No sé si es el término adecuado, pero esta mañana le estaba dando vueltas y no se me ha ocurrido otro mejor. Me refiero al efecto que está provocando el cáncer (los cánceres) en la sociedad actual.
El cáncer está por todas partes. No sabes cuándo puede aparecer, ni a quién le va a tocar, ni si esa persona se va a curar o no. Es como una ruleta rusa que ha sembrado el pánico entre la población desde hace décadas. Sin embargo, no es un pánico desesperado y repentino como el de, por ejemplo, la peste negra, una epidemia de acción tan rápida que la población queda mermada sin tener tiempo de reaccionar. El cáncer se lo toma con calma, y esta lentitud en su progreso imparable -a veces también fulminante, aportando un grado más de incertidumbre- ha llevado a las personas a construir en torno a él cientos de estrategias espirituales y físicas, con las que se pretende hacerle frente. Ya no existe sólo el miedo a la muerte: ahora existe también el miedo al cáncer como una sección aparte y plena de significado.
Del mismo modo que el miedo a la muerte ha creado religiones en torno a ella, el miedo al cáncer está creando corrientes New Age en torno a él que ofrecen sanaciones espirituales que supuestamente servirán para prevenir la enfermedad; está creando curaciones milagrosas con bicarbonato, prevenciones mágicas oliendo limones, métodos de meditación colectiva o aislada que nos harán sanar, métodos de contacto con la energía universal que nos curará si enfermamos, métodos mediante hierbas que nos curarán de un día para otro, miles de estudios que enloquecidamente claman que cualquier alimento causa cáncer, miedos irracionales y obcecados a la química y a los laboratorios, y pánico a la medicina tanto si se opta por ella como si no, con la combinación de cirugía, radioterapia y quimioterapia como tratamiento contra el cáncer.
Todo este montón de estrategias, de las que cada cual elige una o varias, o acaso ninguna, no son más que mecanismos de defensa para ocultar el miedo. Han surgido porque el cáncer ha dado tiempo a que hayan surgido, por su proceso lento e implacable. Es de esperar que, dado que el cáncer no es tan inevitable como la muerte, llegue el día en que sea totalmente curable -y la cura sólo llegará por la ciencia, no por la superstición- y todos estos mecanismos se derrumben como un castillo de naipes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario