domingo, 29 de octubre de 2017

Luto por Michaela

El contenido de la traducción al español de la web de homenaje a Michaela a petición de Aribert Deckers se publicará en breve en su sitio web. Actualizaré esta entrada en cuanto se haya publicado.

martes, 24 de octubre de 2017

De pseudoterapias y otros problemas sociales.

Esta entrada es una respuesta a este post donde, a raíz de una conversación en Twitter en la que se desvirtuaba un poco el sentido del comentario original en el que se mencionaba al racismo y la homofobia, han salido a relucir temas interesantes sobre la (mala) percepción social de las pseudoterapias. El tema original iba sobre todo de homeopatía, pero es extensible a las pseudoterapias y a continuación, como decía a modo de respuesta (aunque me permitiré alguna divagación que ayude a entenderlas mejor), paso a comentar. Aviso que el tema tiene mucha enjundia, así que el post será un poco largo. Intentaré no hacerlo demasiado tedioso, y responder más o menos a todo, aunque en el orden en el que vea que mejora el discurso.

Yo mismo hace unos cinco años tenía la misma percepción que el autor, así que lo siguiente no debe leerse como recriminación alguna, sino más bien como lo que ocurre cuando profundizas en este asunto y poco a poco va cayendo la venda de la ingenuidad de los ojos.

Quizá lo mejor sea comenzar asumiendo las cosas en las que parecemos estar de acuerdo: la ciencia avanza buscando en lo desconocido, con la mente abierta para sondear en la oscuridad, sin más prejuicios que los de que el resultado esté de acuerdo con las premisas previas establecidas en su sector u otros sectores o que, en su defecto, el resultado sea tan flagrantemente claro en otra dirección que quepa reconsiderar dichas premisas y autocorregir lo que fuera necesario. Hasta ahí, creo que convenimos.

Sigo con un punto en el que supongo que estaremos de acuerdo: antes de ofertar como válido un tratamiento, esa propuesta debería haber podido evidenciar (mediante el método científico) que es realmente un tratamiento, y no una ocurrencia que puede haber tenido una fenomenología positiva al aplicarla por una caterva tremenda de otros factores (desde la pura suerte hasta el autoengaño, pasando por el placebo, sesgos de todo tipo, remisión a la media y el largo etcétera que hemos comentado una y otra vez en las entradas del blog). Si tienes indicios de que algo funciona pero no estás seguro de si hay una relación causal real entre tu propuesta y los resultados, tienes todo el apoyo del mundo en investigar (honestamente) en esa dirección y aplicarlo en cuanto se haya validado, pero ofertarlo como válido antes de tener «los papeles» no es ético. Creo que también podemos convenir en eso.

Como puente intermedio entre ciencia y medicina, cabe recordar que la medicina actual, la medicina científica, avanza precisamente gracias a aplicar el método científico a la salud. Desde los indicios antes comentados hasta la complicada parafernalia de los ensayos clínicos controlados, aleatorizados, con doble o triple ciego, llegando a los metaanálisis de varios de esos ensayos, nos encontramos con una cadena de evidencia que puede responder con mucha seguridad (no 100%, pero el tiempo se encarga de dar y quitar la razón, y cuanto más sólidas y mayor la acumulación de pruebas, más raro es que haya que cambiar drásticamente de concepción, sobre todo conforme avanza la metodología y las herramientas de estudio), responder decía, a la pregunta «¿esto funciona?». La medicina integra  continuamente los conocimientos sobre salud que han probado funcionar. Por supuesto, a veces hay mala ciencia, pero eso es otro asunto del que hemos hablado bastante y no es el tema que nos ocupa. El tiempo también suele acabar poniendo la mala ciencia en su sitio, de todas formas.

Resumiendo, como decía Tim Minchin: ¿sabes cómo se le llama a la medicina alternativa que ha probado que funciona? Medicina.

Y, por favor, no hablemos de «medicina alternativa», porque siempre que aparece ese término, habida cuenta lo anterior, en realidad estamos hablando de «alternativas a la medicina».

Hecho el preámbulo, al turrón. Vamos a empezar despejando la primera mala concepción que veo: «la medicina solo se preocupa de recetar pastillas para paliar síntomas en vez de centrarse en personas». Esta visión reduccionista de la medicina está completamente errada. La medicina se centra en paliar síntomas siempre que no es capaz de tratar la causa subyacente de un problema, la cual por supuesto que busca y en no pocas ocasiones encuentra. La acusación de que la medicina no entiende a la persona «como un todo» (el ya manido «holismo»), al igual que la acusación de no ser «integrativa», se defenestra desde su propio código deontológico, donde se insta a entender al paciente desde todas sus perspectivas y, ante un dolor recurrente de cabeza, no se van a limitar a decirte «tómate esa aspirina». Te van a preguntar, probablemente, si estás descansando bien, qué tal tu dieta, si hay preocupaciones que te estén generando estrés, etc. Incluso hay chistes al respecto que no reproduciré aquí porque esto ya va a ser largo sin ellos, y no quiero torturar de más al lector. Pero el holismo tiene unos límites, que a menudo se extralimitan en el terreno de, llamémosle por su nombre técnico aceptado, las «terapias y técnicas no convencionales» (que eso de considerarlas terapias está por ver, pero como dicen en Asturias, de momento vamos a dejarlo pa' prao). Pongo un ejemplo simple: si te caes y te rompes un brazo, tú quieres que te lo escayolen (u operen o lo que haga falta), no que revisen si eres Aries y crees en el Ho'oponopono y te peleaste con tu hermana y el karma te la ha devuelto. En conclusión de esta sección, la medicina siempre atiende a las causas (comprobando la interacción entre las otras posibles partes relevantes que puedan intervenir) y, si no tiene más remedio, trata los síntomas, que no es poco.

Además, ese tratamiento (tanto de terapia como para paliar síntomas), en no pocas ocasiones no es siquiera farmacológico, por despejar el argumento ad farmafiam. Cualquiera con problemas leves de hipertensión o colesterol se habrá ido de la consulta con una recomendación de cuidar el peso, la dieta, el ejercicio que haga, etc.

Así que cuando leo el párrafo
«Tú ves a un médico que simpatiza con una terapia alternativa X como alguien que ha caído en la charlatanería. Yo lo veo como alguien que no está de acuerdo con una medicina que se centra en recetar pastillas para paliar síntomas en vez de centrarse en sanar personas; como alguien que desde la experiencia del ejercicio de su labor, no termina de encontrase a gusto con la manera de proceder a la que su entorno le obliga. Hay muchos motivos para ello pero creo que hay uno con mayor peso: la industria farmacéutica que ha desnaturalizado la práctica de la medicina, porque como industria que es, necesita clientes, y la gente sana no le sirve.»
lo que estoy leyendo realmente es una cadena de prejuicios sin relación con el mundo real, en el que pretender que la industria farmacéutica no busca soluciones «porque necesita clientes» (salvando las malas praxis, que las hay, así que apoyad siempre iniciativas serias para controlar sus desmanes)  es como decir que la industria funeraria está en contra de vivir eternamente por la misma razón. Para empezar, las enfermedades son suficientemente complejas como para que quien obtenga el mejor producto, el más competente, el que tenga menores efectos secundarios (iatrogenia, otra palabra manida), logre desbancar al de otros laboratorios y se haga con la cuota de mercado. Y siempre, por desgracia, va a tener clientela, sobre todo en terrenos de enfermedades que surgen por el mero hecho de vivir, como el cáncer. Por supuesto que hay intereses aprovechándose de la enfermedad, pero no son mayores que los de los panaderos a la hora de aprovecharse del hambre para vendernos pan. Pretender que buscan como objetivo general la cronificación es caer en una conspiranoia.

Cielo santo, estoy ya cansado de escribir y no he empezado ni con el meollo de la discusión. De momento solo hemos tocado el tema tangencial de que es falso que «lo alternativo/holístico/complementario/natural/pongaaquílasiguienteetiquetademoda hace lo que la medicina no hace» y que, además, no han probado siquiera que hagan lo que ellos dicen que hacen. O incluso que se ha probado lo contrario, y pese a ello siguen con el negocio. Porque a lo mejor no lo he dicho aún, pero si quieres vender remedios constantemente, una solución es vender constantemente remedios inservibles a gente que no llegará a curarse nunca o a la que convences de que son algo a añadir a su tratamiento de verdad (seguro que, como mínimo, con la proclama de que «mejora el funcionamiento del sistema inmunológico»), con la esperanza de que cuando se curen crean que tú has tenido algo que ver y difundan la voz. En definitiva, permitidme insistir una vez más: si algo no está demostrado científicamente que funcione, no lo vendas como funcional. Así de simple.

A ver si podemos ir centrando el tema: la gente que acude a estos supuestos remedios y la cagan a base de bien. Sé que voy a ser incapaz de expresar en su magnitud la crueldad del problema, por razones como que, al igual que la violencia doméstica (luego entro ahí), hay una cantidad de víctimas enorme (luego entro ahí) pero dispersa, lo cual dificulta concebir cuánta gente ha sufrido o está sufriendo por ellas. Temas como los del Holocausto o el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki los podemos concebir mejor (tampoco mucho mejor, en cuanto las cifras se disparan), digamos que la imagen mental es más limpia.

Voy al primer punto. Comparar las pseudoterapias con la violencia doméstica (y para ser más precisos, con el estado de la violencia doméstica hace cuarenta años, que es a lo que me quería referir en el tweet en cuestión en el que trataba el tema). Hace cuarenta años (en algunos lugares, menos aún, por no decir que aún a día de hoy pasa), una mujer a la que su marido le pegara lo viviría en silencio, tratando de ocultar por vergüenza o incluso desconocimiento o autoengaño («me pega lo normal», «si no es él, quién me va a querer») su situación. En el raro caso de que estuviera motivada a denunciar el asunto superando las excusas propias y la coerción de su medio (quizá familiares, hijos por en medio, y por supuesto el propio marido) y se acercara a denunciar, en aquella época no era inusual que al contarle al agente de turno la situación, te respondiera con algo así como «ande, señora, vuelva a casa y haga lo posible por no molestar más a su marido; prepárele una buena cena y ya verá como se porta mejor con usted». En el aún más raro caso de que esto llegara a juicio, súmale el poder demostrar dicha violencia (sobre todo si es psicológica), cargando durante todo el proceso el sambenito de «nadie te obligó a elegirle a él». Todas las papeletas estaban contra la víctima, cosa que poco a poco y gracias a un constante trabajo de concienciación social, se va superando (aunque queda mucho por avanzar aún).

La comparación de las pseudoterapias con la violencia doméstica la escuché por primera vez de boca de un afectado por ellas. Voy a generalizar su caso, para que se entienda mejor: año 2017. Como tanta otra gente que acudía a su charlatán de turno, haciéndole perder dinero y sin avanzar en la restitución de la salud prometida (y haciéndole retrasar un tratamiento real al que por supuesto pintaba de fraude farmafioso), un día decidió plantarse. Decidió asumir, para su vergüenza y la de su familia, que le habían soplado miles de euros durante varios años por nada en absoluto. Decidió asumir que le habían engañado, que era vulnerable, que había estado bailando a merced del son que otro tocaba. «Pues a mí me funciona», le decían otros de los seguidores («ya, yo también quería creer que me funcionaba, pero esto sigue igual que siempre o peor»). Al volver al médico, de paso, le dijo que al haber dejado lo suyo sin tratar demasiado tiempo, ahora la solución ya no era fácil, y eso suponiendo que siguiera habiendo solución. «Es que este señor me dijo que erais una mafia y que me tomara esto en su lugar». El médico se encoge de hombros. Decidió ir a la comisaría para intentar recuperar, si no al menos su salud, sí su dinero. El agente le escuchó y le pidió los documentos para acreditar esa supuesta estafa. Por supuesto, no tenía ni medio papel, porque todo era hablado o, en el mejor de los casos, en folios manuscritos sin validez oficial alguna que podrían ser de cualquiera. Ninguna factura. «Lo mejor es que vuelva para casa, descanse y pase página, que tiene mala cara». Aún así, ya por pura inercia o para mantener lo poco que le queda de dignidad, decide interponer igualmente la denuncia. Ante el juez, la primera pregunta es: «¿Y a usted quién le ha obligado a ir a este señor y creerse lo que le ha dicho? ¿No sabe que la justicia no protege al incauto?».

Y con estas, nuestra víctima se vuelve para casa y se muere sabiendo que, al lado de su casa, el charlatán que le prometió curar lo suyo sigue tranquilamente haciendo un negocio redondo a la vista de todos.

A lo mejor crees, querido lector, que esto que acabo de contar es ficción. Si estás metido en el mundo de la denuncia social contra pseudoterapias te lo habrás encontrado una y otra vez. Lo normal es escuchar casos que han quedado en el primer compás: alguien afectado que te lo cuenta en petit comité y ya no volverá a hablar del asunto. Alguno hay que está hecho de una pasta especial y decide levantar la voz de forma pública, superando la lógica vergüenza del que se sabe engañado. Aún más raro es quien llega hasta el final, complicándose la vida con los entresijos del sistema judicial, incluso sabiendo (como me dijo un afectado por una secta que a él le dijo su abogado: «no esperes del juez que haga justicia»). En ese punto, lo normal (como le pasó a dicho afectado), es que oiga un «siendo mayor de edad y habiendo elegido en libertad, la justicia no protege al incauto». O un «señor, su hijo tenía 21 años y era estudiante de física, debería tener conocimientos suficientes para saber que ese remedio contra su leucemia era ilusorio».

No voy a poner ejemplos de afectados. En realidad los tienes por todas partes, pero al igual que con los de la violencia doméstica, tenemos una especie de ceguera cognitiva. Al igual que con los de la violencia doméstica, solo solemos enterarnos de los casos más graves, o de la gente más relevante, o los que nos tocan tan de cerca que no podemos ignorarlos sin cerrar los ojos y taparnos los oídos. Probablemente sepas (o no) que Steve Jobs se fue a la tumba por este tipo de creencias. Pero Steve Jobs tenía acceso a los conocimientos que necesitara, a la mejor asesoría y cuidados posibles, y por supuesto era mayor de edad y decidió libremente, quizá estés pensando tú mismo, ¿verdad? Eso significa, simplemente, que no tienes ni la más remota idea de qué es estar en la piel de alguien asustado, abrumado por una situación que le supera, queriendo creer que hay una solución simple, inocua, «sin efectos secundarios», «natural», que puede tomar para recuperar la salud, «y si veo que no funciona, ya si eso probaré lo que me han dicho los doctores». Significa, simplemente, que en este asunto estás pensando como si con la violencia doméstica pensaras «nadie le obligó a elegirle a él». Tienes razón, pero estás profundamente equivocado. No sabes nada de procesos coercitivos. Ni de la mucha gente que está especializada en usarlos para susurrar cantos de sirena a los que se encuentran, ya no en situaciones tan extremas (que también, y es donde más negocio se hace, puesto que alguien a quien dicen que puede morir, él o sus seres queridos, está dispuesto a hacer lo que haga falta, a pagar lo que haga falta), sino en otras mucho más mundanas (y numerosas) en las que te van a azuzar con la farmafia para atraerte a remedios completamente inservibles, mientras que a la vez (a veces sí, a veces no), por imperativo legal te dirán aquello de «oye, pero esto no sustituye al tratamiento médico que acabo de ponerte a caldo, ¿eh?».

No, querido amigo, esto no va de gente a la que venden así como sin querer una pastilla de azúcar en lugar de un antihistamínico (que ya puede ser grave llegado el caso de necesitarlo de veras). Va de una industria que se aprovecha del desconocimiento de la gente (y la tremenda incompetencia de las entidades de salud que deberían estar evitando su existencia) para modificar tu sistema de creencias con respecto a cómo funciona la salud y, una vez atado a ella, sacar toda la tajada que pueda, hasta que llegue el punto en el que, si les pides cuentas, te dirán «yo a ti no te he obligado, eras mayorcito para creerte esto». Hay gente que ni siquiera llega a ver jamás el engaño. Mucha gente. Pero, ¿cuánta gente? ¿Por qué digo que son tantos si no sé cuántos son?

Hay una ley del embudo que permite hacer estimaciones. Quizá se vea bien con un ejemplo fácil: imagina que soy médico y me invento una propuesta que diga que el cáncer es un problema psicosomático (recordatorio: que yo sea médico no significa que no pueda estar como una regadera) y que tratarse médicamente (incluso con el uso de paliativos para el dolor) lo que hace es interferir con su curación natural, que sucede una vez has admitido el conflicto que te lo ha generado. Vamos a ignorar que hasta las plantas o la gente en coma es propensa de sufrir cáncer. Digamos que puedo darte suficientes ejemplos de gente que tuvo un muy mal día y poco después, diagnóstico de cáncer al canto. Y vas y te lo crees, y empiezas a «tratarte» conmigo. Ah, he olvidado un detalle importante: si la gente de tu alrededor no está de acuerdo con tu tratamiento, debes considerarlas también como una interferencia para tu curación, por lo que es mejor que te alejes de ellas.

Haz el ejercicio mental por un momento de meterte en la piel de alguien con un tumor (pongamos de mama) a quien han convencido, en ese estado de alta vulnerabilidad, de algo así. Que durante varios meses, tras abandonar tu tratamiento y a la gente que te decía que qué demonios estabas haciendo, tu pecho se fuera hinchando más y más, oliendo a podrido, abriéndosete las carnes. Pero el médico, confiado, te sigue diciendo que eso es que el cáncer está en fase de curación. Que en un tiempo ya verás como mejora. Lo has apostado todo (tu vida, tu dinero, todo) a esa carta y sabes que no hay vuelta atrás: o esto funciona, o vas a la tumba. Pero ahí afuera hay mucha gente diciendo que se ha curado así, ¿por qué va a ser mentira? Tu pecho sigue creciendo. Pudriéndose. El dolor crece. Llega un punto en el que es tan insoportable que el médico te dice «mira, no lo estás haciendo bien, así que mejor te llevamos a un hospicio porque no eres capaz de seguir mi método». Y dejan tus despojos en el primer lugar que encuentran. Estás tan mal que ni la morfina que te ponen los horrorizados oncólogos que te tratan hace ya efecto para paliar el dolor. Te mueres de una de las formas más miserables en las que un humano puede morir: lejos de tus seres queridos, entre dolores, habiéndote dejado una pasta (que en este punto ya es lo de menos) y, encima, siendo todo lo anterior evitable. Nunca te enterarás, probablemente, de que a ese médico le retiraron la licencia por otros casos similares al tuyo, o que esa gente que decía haberse curado terminó muriendo igual que tú, solo que de eso nadie hizo publicidad.

No sé si eres capaz de meterte en esas circunstancias. Pero esto es el caso real de una víctima de la Nueva Medicina Germánica, uno de los 3000 reportados de ese estilo, de los que paso a responder tus preguntas: ¿qué porcentaje ha sido letal? El 100%. No hay ningún caso documentado en el que la gilipollez anterior haya curado a nadie. ¿Qué porcentaje ha tenido consecuencias graves? El 100% de los tratados por problemas graves. Ahora permíteme subir el tono: creer que hablamos de 3000 personas que cambian una aspirina por una hierba es un puto insulto a las víctimas, de un inconsciente que no tiene ni puta idea de lo que está hablando, pero pretende que sí. Ahora permíteme disculparme, porque el tema me pone del hígado, y porque entiendo que hasta que no bajas a las mazmorras de las pseudoterapias, esto no lo puedes ni imaginar. Yo hubiera pensado lo mismo (e incluso en algún punto, pensaría «pues nada, selección natural», pero esa gilipollez de pensamiento salta por los aires en cuanto ves que tú no estás más a salvo que el resto de caer en un fraude muy bien orquestado).

Parece que me haya ido de las ramas sobre el tema de los números, pero en realidad no es así. Porque lo normal no es que alguien documente el proceso y ponga en internet las consecuencias. Lo normal es que la gente se calle y pase página. Que no quiera remover la mierda. Quizá porque haya familiares creyentes, porque haya niños de por medio, por cansancio, porque no sepan qué se puede hacer. Porque no sepan siquiera qué coño les ha pasado. Porque crean que, simplemente, es que no había nada que hacer y era su hora. ¿Cómo sabemos esto? Las estimaciones son en base a otros movimientos sectarios y pseudoterapéuticos de los que sabemos que todo el grupo está siendo afectado (no tiene por qué afectar a todos con la misma intensidad, pero la doctrina peligrosa es la misma para todos) y de las que, cuando un ínfimo porcentaje del mismo denuncia, luego resulta que la gran mayoría había estado soportando en silencio todo el percal, viendo que a su lado a todo el mundo le parecía que era «lo normal».

El otro aspecto, si te gusta algo de astrofísica, es la estimación por el «principio de mediocridad». Para quienes no conozcan el concepto, viene a decir que hay situaciones en las que se puede asumir que, si algo no es especialmente complicado que suceda, lo más probable es que esté sucediendo en muchísimos lugares, sin que goces de una posición privilegiada al respecto. Por decirlo de otro modo y volviendo al tema: ¿qué es más probable, que conozcamos (pongamos a nivel mundial) todos los casos de mujeres que han sido maltratadas o que sea una situación más común de lo que los casos que conocemos muestran?

De vez en cuando nos llegan casos de afectados por tal o cual movimiento. Casos en los que conocemos más casos similares, de los que sabemos que las bases del movimiento son dañinas (quizá no por la propuesta en sí, pero sí por el sistema de creencias que conlleva adoptarla), y de los que sabemos que el número de seguidores es mucho mayor. La «Nueva Medicina Germánica», por ejemplo, cuenta con un número ingente de seguidores a nivel mundial y hay reportes de víctimas de varios países a lo largo de las tres décadas que lleva en marcha y durante las cuales han caído en sus redes multitud de médicos, enfermeras y otros profesionales sanitarios que han contribuido a darle una apariencia de seriedad que ha llegado al extremo de convertirse en un tratamiento oficializado en Nicaragua.

En el texto, Juan pregunta sobre si lo de cambiar aspirinas por hierbas no se puede aplicar también al movimiento del cual digo que tienen 300.000 seguidores. Hablo de la Bioneuroemoción, una deriva de la «Nueva Medicina Germánica» donde, para que te hagas una idea, su gurú ha dicho literalmente en alguna charla que «yo a mis clientes lo primero que les digo cuando acuden a mi consulta es que abandonen a su familia». Por supuesto, siempre dicen que «no hay que abandonar ningún tratamiento, esto es "complementario"» y dos frases más allá te están diciendo que «hay gente que solo viendo mis vídeos se han curado» o «tratarse [con medicina] para el cáncer es hacer trampa, porque nuestra realidad, incluyendo las enfermedades, las generamos nosotros con la mente, por lo que si no atendemos a lo que las causan, vamos a seguir generando cáncer». (Por cierto, quizá resuene lo de las causas y los síntomas, es uno de los mantras de los procesos de manipulación pseudoterapéutica típicos). A lo que iba: 300.000 seguidores solo en Facebook, que eso no lo añadí. De hecho, actualmente, 350.000. Suben a 7000 nuevos cada semana. Y en nuestras asociaciones vamos acumulando reportes de gente que está teniendo graves problemas por rechazo o retraso de tratamiento, o simplemente por terminar completamente desnortados acerca de la realidad. Tienes mucha más información aquí (disculpa que no todos los vídeos funcionen, están intentando censurarlos y tenemos litigios judiciales en marcha por ello). Y un resumen que habla por lo que te vas a encontrar aquí:


Tómate un minuto para que intentes asumir de qué volúmenes de personas hablamos, y por qué, en el tema de las pseudoterapias (te recuerdo que estamos hablando solo de un par de ellas, y hay miles de ellas), podemos decir sin tapujos que la cantidad de afectados es perfectamente equiparable a la de la violencia doméstica, el racismo o la homofobia. Yo hablé de genocidio. Es cierto que el sentido usual de la palabra es el de asesinatos masivos de grupos de gente por motivos de credo, políticos o raciales. No es mi intención desvirtuar el término, pero no se me ocurre uno más cercano para hablar de la aniquilación sistemática de un grupo de gente por creer en propuestas pseudoterapéuticas. Si conoces uno mejor, no dejes de compartirlo conmigo.

Veamos un par de noticias que, juntas, se entienden mejor y quizá ayuden a entender la magnitud del problema:
https://www.redaccionmedica.com/secciones/oncologia-medica/la-mitad-de-los-pacientes-de-cancer-recurre-a-medicinas-alternativas--6007
https://elpais.com/elpais/2017/08/30/ciencia/1504118737_744798.html

Para una visión más global sobre el daño que producen las pseudoterapias (insisto por enésima vez: las seguramente pocas víctimas de las que tenemos constancia de las muchas que es probable que haya), recomiendo echarle un ojo al blog estadounidense «qué mal puede hacer» del que hay una versión española de la iniciativa.

Llevo tres horas escribiendo. Voy a ir rápido por los temas que me quedan, porque se me caen los ojos. El «y tú más»: sí, es seguro que la iatrogenia causa daños. Es lo que tiene que las cosas hagan algo, que pueden hacerlo también donde no interesa. Por eso hay estudios para generar prospectos donde se avisa de los daños conocidos para ir con cuidado por si surgen reacciones adversas (o para no aplicarlos directamente si se conocen contraindicaciones). En medicina se asume que los tratamientos son imperfectos. Si fallan, fallan ellos, no tú. Con el tiempo tienden a mejorar (gracias a la maldita farmafia que necesita más clientes). Pero vaya, aunque la medicina falle, y como decimos a menudo en estas lides, que los aviones a veces se caigan no justifica que alguien te intente vender una alfombra mágica voladora.

Que haya una tendencia hacia pseudoterapias tiene muchas explicaciones. Hablé de ello por aquí. Como es muy largo, resumo: si quieres sacar pasta de incautos, magnifica los problemas de la sanidad y cómprame mi remedio inservible que te oferto sin haber demostrado que funciona. Eso sí, los del negocio de la salud son los otros, ¿eh? Bueno, pues suficiente por hoy, 70€ esta sesión, nos vemos la semana que viene, gracias. Por cierto, por volver al tema de la homeopatía y a las preguntas que Juan deja al respecto de sus víctimas, échale un vistazo querido lector a las cifras de ventas de Boiron (que es solo uno de los muchos laboratorios que hay), y los propios componentes de un «medicamento» homeopático. Bueno, te ahorro la consulta con un par de imágenes que hablan por ellas mismas:



Desde luego, el agua con azúcar no provoca muertes a menos que seas diabético o algo, pero lo que sí provoca muertes es la creencia de que el agua con azúcar (bajo la apariencia de un supuesto «medicamento» homeopático) puede funcionar, causando el engaño del enfermo (o de sus tutores, como en el triste caso del niño italiano, que no es ni el primero ni será el último de los que se tienen constancia por este motivo; en APETP conocemos algunos casos de afectados graves autóctonos) y que retrase o rechace el tratamiento efectivo que podría, quizá, haber hecho realmente algo por su vida.

Voy a incidir en que es necesaria la información de calidad. Aquí no hay prejuicios a la ligera, ni se intenta «desprestigiar sin más». Creo que a lo largo del post deberías haber visto, Juan, que te falta información por un tubo. Por ejemplo, en que la regulación ya existe, y prohíbe muchísimas de las prácticas que se están llevando a cabo (por ejemplo, no pueden ofertarse tratamientos no convencionales que no estén supervisados por un profesional sanitario –es decir, con titulación oficial– en un centro registrado pertinentemente como tal). Algo tan simple como eso, que se hace para asegurar que al menos no haya una mala praxis evidente (en la medicina convencional la mala praxis y negligencias pueden ocurrir, pero al menos hay cauces oficiales para gestionar las reclamaciones) y que, ante casos que requieran medicina de verdad, alguien tenga los dos dedos de frente de derivar al enfermo al médico, no se está cumpliendo.

Médico que, por cierto, cuando está aplicando propuestas sin validez científica (que no significa que no la puedan tener, pero que se ofertan como válidas sin tenerla), está incumpliendo su propia deontología (artículo 26.2) que le exhorta a aplicar preferentemente aquellas que tienen las mayores garantías científicas y huir de las no suficientemente probadas o basadas en la superstición o charlatanería. Así que si te encuentras con un médico (o cualquier profesional de la salud, en general, pues todos tienen un apartado similar) aplicando pseudoterapias, mi consejo es que lo reportes ante su Colegio Profesional. Si «no está de acuerdo» con la medicina y por eso las aplica... quizá no haya atendido lo suficiente en la carrera. En cualquier caso, no está capacitado para cumplir con el cometido con el que se comprometió al aceptar dicha deontología como propia y lo mejor es apartarle del paciente antes de que lo desoriente en el terreno de la salud.

Pero en fin, acabo. La clave en toda esta discusión es la proporcionalidad. Espero haberte dejado claro que las afirmaciones sobre la gravedad de esta lacra no se han hecho a la ligera y se ajustan a otras tan terribles como el racismo, la homofobia o la violencia de género. Espero haber conseguido que a partir de ahora tengas un poco más de conciencia sobre las víctimas de pseudoterapias (a quienes lo mejor que les puede pasar es que solo les estafen).

Por dar una última pincelada, aquí un repaso que desde APETP hicimos para una charla sobre los riesgos del listado de las "terapias y técnicas no convencionales" que desgranaba el Ministerio de Sanidad en su análisis de hace casi una década. En el análisis fuimos benevolentes con algunas propuestas que podían tener alguna aplicación legítima si el contenido fuera riguroso:

Y en ese listado ni siquiera están muchas otras muy peligrosas, como las mencionadas Nueva Medicina Germánica o la Bioneuroemoción (o la Biodescodificación, o la Sintergética, entre otras muchas pseudoterapias sectarias basadas en "el origen emocional de la enfermedad"), ni una miríada de otras menos agresivas pero igualmente desnortadoras en el terreno de la salud para sus seguidores.

Cambiar aspirinas por hierbas... es que se me escapa la sonrisa. Yo también era así de ingenuo. Ojalá fuera cambiar aspirinas por hierbas. Gracias si has llegado hasta aquí.

P.D.: El ácido acetilsalicílico se encuentra presente en la corteza de sauce. Necesitarías como un kilo de corteza de sauce para extraer la dosis necesaria (que habría que cuantificar oportunamente para controlar qué cantidad tomas, cosa que hace la farmacología) que podrías encontrar en una aspirina. Solo que esa molécula natural es altamente corrosiva, por lo que te causaría enormes úlceras. La aspirina que tomamos actualmente es una variante de laboratorio en la que hay un pequeño cambio químico que permite el efecto analgésico sin los tremendos efectos secundarios que causaría su versión natural. Porque es lo que la ciencia permite: entender lo que funciona y optimizarlo para nuestros intereses.