Desgraciadamente, vivimos en un mundo donde la magia oscura existe: energías que lo permean todo y nos interconectan desde escalas astrales hasta el más ínfimo intersticio cuántico. Al menos, en los cerebros de muchas personas. En este lugar virtual vamos a dedicar unos cuantos bits a intentar explicar los conocimientos básicos de ciencia que necesitan para protegerse de corrientes de pensamiento que (por maldad o ignorancia) podrían dañarle a usted y a sus seres queridos.
domingo, 29 de octubre de 2017
Luto por Michaela
El contenido de la traducción al español de la web de homenaje a Michaela a petición de Aribert Deckers se publicará en breve en su sitio web. Actualizaré esta entrada en cuanto se haya publicado.
martes, 24 de octubre de 2017
De pseudoterapias y otros problemas sociales.
Esta entrada es una respuesta a este post donde, a raíz de una conversación en Twitter en la que se desvirtuaba un poco el sentido del comentario original en el que se mencionaba al racismo y la homofobia, han salido a relucir temas interesantes sobre la (mala) percepción social de las pseudoterapias. El tema original iba sobre todo de homeopatía, pero es extensible a las pseudoterapias y a continuación, como decía a modo de respuesta (aunque me permitiré alguna divagación que ayude a entenderlas mejor), paso a comentar. Aviso que el tema tiene mucha enjundia, así que el post será un poco largo. Intentaré no hacerlo demasiado tedioso, y responder más o menos a todo, aunque en el orden en el que vea que mejora el discurso.
Yo mismo hace unos cinco años tenía la misma percepción que el autor, así que lo siguiente no debe leerse como recriminación alguna, sino más bien como lo que ocurre cuando profundizas en este asunto y poco a poco va cayendo la venda de la ingenuidad de los ojos.
Quizá lo mejor sea comenzar asumiendo las cosas en las que parecemos estar de acuerdo: la ciencia avanza buscando en lo desconocido, con la mente abierta para sondear en la oscuridad, sin más prejuicios que los de que el resultado esté de acuerdo con las premisas previas establecidas en su sector u otros sectores o que, en su defecto, el resultado sea tan flagrantemente claro en otra dirección que quepa reconsiderar dichas premisas y autocorregir lo que fuera necesario. Hasta ahí, creo que convenimos.
Sigo con un punto en el que supongo que estaremos de acuerdo: antes de ofertar como válido un tratamiento, esa propuesta debería haber podido evidenciar (mediante el método científico) que es realmente un tratamiento, y no una ocurrencia que puede haber tenido una fenomenología positiva al aplicarla por una caterva tremenda de otros factores (desde la pura suerte hasta el autoengaño, pasando por el placebo, sesgos de todo tipo, remisión a la media y el largo etcétera que hemos comentado una y otra vez en las entradas del blog). Si tienes indicios de que algo funciona pero no estás seguro de si hay una relación causal real entre tu propuesta y los resultados, tienes todo el apoyo del mundo en investigar (honestamente) en esa dirección y aplicarlo en cuanto se haya validado, pero ofertarlo como válido antes de tener «los papeles» no es ético. Creo que también podemos convenir en eso.
Como puente intermedio entre ciencia y medicina, cabe recordar que la medicina actual, la medicina científica, avanza precisamente gracias a aplicar el método científico a la salud. Desde los indicios antes comentados hasta la complicada parafernalia de los ensayos clínicos controlados, aleatorizados, con doble o triple ciego, llegando a los metaanálisis de varios de esos ensayos, nos encontramos con una cadena de evidencia que puede responder con mucha seguridad (no 100%, pero el tiempo se encarga de dar y quitar la razón, y cuanto más sólidas y mayor la acumulación de pruebas, más raro es que haya que cambiar drásticamente de concepción, sobre todo conforme avanza la metodología y las herramientas de estudio), responder decía, a la pregunta «¿esto funciona?». La medicina integra continuamente los conocimientos sobre salud que han probado funcionar. Por supuesto, a veces hay mala ciencia, pero eso es otro asunto del que hemos hablado bastante y no es el tema que nos ocupa. El tiempo también suele acabar poniendo la mala ciencia en su sitio, de todas formas.
Resumiendo, como decía Tim Minchin: ¿sabes cómo se le llama a la medicina alternativa que ha probado que funciona? Medicina.
Resumiendo, como decía Tim Minchin: ¿sabes cómo se le llama a la medicina alternativa que ha probado que funciona? Medicina.
Y, por favor, no hablemos de «medicina alternativa», porque siempre que aparece ese término, habida cuenta lo anterior, en realidad estamos hablando de «alternativas a la medicina».
Hecho el preámbulo, al turrón. Vamos a empezar despejando la primera mala concepción que veo: «la medicina solo se preocupa de recetar pastillas para paliar síntomas en vez de centrarse en personas». Esta visión reduccionista de la medicina está completamente errada. La medicina se centra en paliar síntomas siempre que no es capaz de tratar la causa subyacente de un problema, la cual por supuesto que busca y en no pocas ocasiones encuentra. La acusación de que la medicina no entiende a la persona «como un todo» (el ya manido «holismo»), al igual que la acusación de no ser «integrativa», se defenestra desde su propio código deontológico, donde se insta a entender al paciente desde todas sus perspectivas y, ante un dolor recurrente de cabeza, no se van a limitar a decirte «tómate esa aspirina». Te van a preguntar, probablemente, si estás descansando bien, qué tal tu dieta, si hay preocupaciones que te estén generando estrés, etc. Incluso hay chistes al respecto que no reproduciré aquí porque esto ya va a ser largo sin ellos, y no quiero torturar de más al lector. Pero el holismo tiene unos límites, que a menudo se extralimitan en el terreno de, llamémosle por su nombre técnico aceptado, las «terapias y técnicas no convencionales» (que eso de considerarlas terapias está por ver, pero como dicen en Asturias, de momento vamos a dejarlo pa' prao). Pongo un ejemplo simple: si te caes y te rompes un brazo, tú quieres que te lo escayolen (u operen o lo que haga falta), no que revisen si eres Aries y crees en el Ho'oponopono y te peleaste con tu hermana y el karma te la ha devuelto. En conclusión de esta sección, la medicina siempre atiende a las causas (comprobando la interacción entre las otras posibles partes relevantes que puedan intervenir) y, si no tiene más remedio, trata los síntomas, que no es poco.
Hecho el preámbulo, al turrón. Vamos a empezar despejando la primera mala concepción que veo: «la medicina solo se preocupa de recetar pastillas para paliar síntomas en vez de centrarse en personas». Esta visión reduccionista de la medicina está completamente errada. La medicina se centra en paliar síntomas siempre que no es capaz de tratar la causa subyacente de un problema, la cual por supuesto que busca y en no pocas ocasiones encuentra. La acusación de que la medicina no entiende a la persona «como un todo» (el ya manido «holismo»), al igual que la acusación de no ser «integrativa», se defenestra desde su propio código deontológico, donde se insta a entender al paciente desde todas sus perspectivas y, ante un dolor recurrente de cabeza, no se van a limitar a decirte «tómate esa aspirina». Te van a preguntar, probablemente, si estás descansando bien, qué tal tu dieta, si hay preocupaciones que te estén generando estrés, etc. Incluso hay chistes al respecto que no reproduciré aquí porque esto ya va a ser largo sin ellos, y no quiero torturar de más al lector. Pero el holismo tiene unos límites, que a menudo se extralimitan en el terreno de, llamémosle por su nombre técnico aceptado, las «terapias y técnicas no convencionales» (que eso de considerarlas terapias está por ver, pero como dicen en Asturias, de momento vamos a dejarlo pa' prao). Pongo un ejemplo simple: si te caes y te rompes un brazo, tú quieres que te lo escayolen (u operen o lo que haga falta), no que revisen si eres Aries y crees en el Ho'oponopono y te peleaste con tu hermana y el karma te la ha devuelto. En conclusión de esta sección, la medicina siempre atiende a las causas (comprobando la interacción entre las otras posibles partes relevantes que puedan intervenir) y, si no tiene más remedio, trata los síntomas, que no es poco.
Además, ese tratamiento (tanto de terapia como para paliar síntomas), en no pocas ocasiones no es siquiera farmacológico, por despejar el argumento ad farmafiam. Cualquiera con problemas leves de hipertensión o colesterol se habrá ido de la consulta con una recomendación de cuidar el peso, la dieta, el ejercicio que haga, etc.
Así que cuando leo el párrafo
«Tú ves a un médico que simpatiza con una terapia alternativa X como alguien que ha caído en la charlatanería. Yo lo veo como alguien que no está de acuerdo con una medicina que se centra en recetar pastillas para paliar síntomas en vez de centrarse en sanar personas; como alguien que desde la experiencia del ejercicio de su labor, no termina de encontrase a gusto con la manera de proceder a la que su entorno le obliga. Hay muchos motivos para ello pero creo que hay uno con mayor peso: la industria farmacéutica que ha desnaturalizado la práctica de la medicina, porque como industria que es, necesita clientes, y la gente sana no le sirve.»
lo que estoy leyendo realmente es una cadena de prejuicios sin relación con el mundo real, en el que pretender que la industria farmacéutica no busca soluciones «porque necesita clientes» (salvando las malas praxis, que las hay, así que apoyad siempre iniciativas serias para controlar sus desmanes) es como decir que la industria funeraria está en contra de vivir eternamente por la misma razón. Para empezar, las enfermedades son suficientemente complejas como para que quien obtenga el mejor producto, el más competente, el que tenga menores efectos secundarios (iatrogenia, otra palabra manida), logre desbancar al de otros laboratorios y se haga con la cuota de mercado. Y siempre, por desgracia, va a tener clientela, sobre todo en terrenos de enfermedades que surgen por el mero hecho de vivir, como el cáncer. Por supuesto que hay intereses aprovechándose de la enfermedad, pero no son mayores que los de los panaderos a la hora de aprovecharse del hambre para vendernos pan. Pretender que buscan como objetivo general la cronificación es caer en una conspiranoia.
Cielo santo, estoy ya cansado de escribir y no he empezado ni con el meollo de la discusión. De momento solo hemos tocado el tema tangencial de que es falso que «lo alternativo/holístico/complementario/natural/pongaaquílasiguienteetiquetademoda hace lo que la medicina no hace» y que, además, no han probado siquiera que hagan lo que ellos dicen que hacen. O incluso que se ha probado lo contrario, y pese a ello siguen con el negocio. Porque a lo mejor no lo he dicho aún, pero si quieres vender remedios constantemente, una solución es vender constantemente remedios inservibles a gente que no llegará a curarse nunca o a la que convences de que son algo a añadir a su tratamiento de verdad (seguro que, como mínimo, con la proclama de que «mejora el funcionamiento del sistema inmunológico»), con la esperanza de que cuando se curen crean que tú has tenido algo que ver y difundan la voz. En definitiva, permitidme insistir una vez más: si algo no está demostrado científicamente que funcione, no lo vendas como funcional. Así de simple.
A ver si podemos ir centrando el tema: la gente que acude a estos supuestos remedios y la cagan a base de bien. Sé que voy a ser incapaz de expresar en su magnitud la crueldad del problema, por razones como que, al igual que la violencia doméstica (luego entro ahí), hay una cantidad de víctimas enorme (luego entro ahí) pero dispersa, lo cual dificulta concebir cuánta gente ha sufrido o está sufriendo por ellas. Temas como los del Holocausto o el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki los podemos concebir mejor (tampoco mucho mejor, en cuanto las cifras se disparan), digamos que la imagen mental es más limpia.
Voy al primer punto. Comparar las pseudoterapias con la violencia doméstica (y para ser más precisos, con el estado de la violencia doméstica hace cuarenta años, que es a lo que me quería referir en el tweet en cuestión en el que trataba el tema). Hace cuarenta años (en algunos lugares, menos aún, por no decir que aún a día de hoy pasa), una mujer a la que su marido le pegara lo viviría en silencio, tratando de ocultar por vergüenza o incluso desconocimiento o autoengaño («me pega lo normal», «si no es él, quién me va a querer») su situación. En el raro caso de que estuviera motivada a denunciar el asunto superando las excusas propias y la coerción de su medio (quizá familiares, hijos por en medio, y por supuesto el propio marido) y se acercara a denunciar, en aquella época no era inusual que al contarle al agente de turno la situación, te respondiera con algo así como «ande, señora, vuelva a casa y haga lo posible por no molestar más a su marido; prepárele una buena cena y ya verá como se porta mejor con usted». En el aún más raro caso de que esto llegara a juicio, súmale el poder demostrar dicha violencia (sobre todo si es psicológica), cargando durante todo el proceso el sambenito de «nadie te obligó a elegirle a él». Todas las papeletas estaban contra la víctima, cosa que poco a poco y gracias a un constante trabajo de concienciación social, se va superando (aunque queda mucho por avanzar aún).
La comparación de las pseudoterapias con la violencia doméstica la escuché por primera vez de boca de un afectado por ellas. Voy a generalizar su caso, para que se entienda mejor: año 2017. Como tanta otra gente que acudía a su charlatán de turno, haciéndole perder dinero y sin avanzar en la restitución de la salud prometida (y haciéndole retrasar un tratamiento real al que por supuesto pintaba de fraude farmafioso), un día decidió plantarse. Decidió asumir, para su vergüenza y la de su familia, que le habían soplado miles de euros durante varios años por nada en absoluto. Decidió asumir que le habían engañado, que era vulnerable, que había estado bailando a merced del son que otro tocaba. «Pues a mí me funciona», le decían otros de los seguidores («ya, yo también quería creer que me funcionaba, pero esto sigue igual que siempre o peor»). Al volver al médico, de paso, le dijo que al haber dejado lo suyo sin tratar demasiado tiempo, ahora la solución ya no era fácil, y eso suponiendo que siguiera habiendo solución. «Es que este señor me dijo que erais una mafia y que me tomara esto en su lugar». El médico se encoge de hombros. Decidió ir a la comisaría para intentar recuperar, si no al menos su salud, sí su dinero. El agente le escuchó y le pidió los documentos para acreditar esa supuesta estafa. Por supuesto, no tenía ni medio papel, porque todo era hablado o, en el mejor de los casos, en folios manuscritos sin validez oficial alguna que podrían ser de cualquiera. Ninguna factura. «Lo mejor es que vuelva para casa, descanse y pase página, que tiene mala cara». Aún así, ya por pura inercia o para mantener lo poco que le queda de dignidad, decide interponer igualmente la denuncia. Ante el juez, la primera pregunta es: «¿Y a usted quién le ha obligado a ir a este señor y creerse lo que le ha dicho? ¿No sabe que la justicia no protege al incauto?».
Y con estas, nuestra víctima se vuelve para casa y se muere sabiendo que, al lado de su casa, el charlatán que le prometió curar lo suyo sigue tranquilamente haciendo un negocio redondo a la vista de todos.
A lo mejor crees, querido lector, que esto que acabo de contar es ficción. Si estás metido en el mundo de la denuncia social contra pseudoterapias te lo habrás encontrado una y otra vez. Lo normal es escuchar casos que han quedado en el primer compás: alguien afectado que te lo cuenta en petit comité y ya no volverá a hablar del asunto. Alguno hay que está hecho de una pasta especial y decide levantar la voz de forma pública, superando la lógica vergüenza del que se sabe engañado. Aún más raro es quien llega hasta el final, complicándose la vida con los entresijos del sistema judicial, incluso sabiendo (como me dijo un afectado por una secta que a él le dijo su abogado: «no esperes del juez que haga justicia»). En ese punto, lo normal (como le pasó a dicho afectado), es que oiga un «siendo mayor de edad y habiendo elegido en libertad, la justicia no protege al incauto». O un «señor, su hijo tenía 21 años y era estudiante de física, debería tener conocimientos suficientes para saber que ese remedio contra su leucemia era ilusorio».
No voy a poner ejemplos de afectados. En realidad los tienes por todas partes, pero al igual que con los de la violencia doméstica, tenemos una especie de ceguera cognitiva. Al igual que con los de la violencia doméstica, solo solemos enterarnos de los casos más graves, o de la gente más relevante, o los que nos tocan tan de cerca que no podemos ignorarlos sin cerrar los ojos y taparnos los oídos. Probablemente sepas (o no) que Steve Jobs se fue a la tumba por este tipo de creencias. Pero Steve Jobs tenía acceso a los conocimientos que necesitara, a la mejor asesoría y cuidados posibles, y por supuesto era mayor de edad y decidió libremente, quizá estés pensando tú mismo, ¿verdad? Eso significa, simplemente, que no tienes ni la más remota idea de qué es estar en la piel de alguien asustado, abrumado por una situación que le supera, queriendo creer que hay una solución simple, inocua, «sin efectos secundarios», «natural», que puede tomar para recuperar la salud, «y si veo que no funciona, ya si eso probaré lo que me han dicho los doctores». Significa, simplemente, que en este asunto estás pensando como si con la violencia doméstica pensaras «nadie le obligó a elegirle a él». Tienes razón, pero estás profundamente equivocado. No sabes nada de procesos coercitivos. Ni de la mucha gente que está especializada en usarlos para susurrar cantos de sirena a los que se encuentran, ya no en situaciones tan extremas (que también, y es donde más negocio se hace, puesto que alguien a quien dicen que puede morir, él o sus seres queridos, está dispuesto a hacer lo que haga falta, a pagar lo que haga falta), sino en otras mucho más mundanas (y numerosas) en las que te van a azuzar con la farmafia para atraerte a remedios completamente inservibles, mientras que a la vez (a veces sí, a veces no), por imperativo legal te dirán aquello de «oye, pero esto no sustituye al tratamiento médico que acabo de ponerte a caldo, ¿eh?».
No, querido amigo, esto no va de gente a la que venden así como sin querer una pastilla de azúcar en lugar de un antihistamínico (que ya puede ser grave llegado el caso de necesitarlo de veras). Va de una industria que se aprovecha del desconocimiento de la gente (y la tremenda incompetencia de las entidades de salud que deberían estar evitando su existencia) para modificar tu sistema de creencias con respecto a cómo funciona la salud y, una vez atado a ella, sacar toda la tajada que pueda, hasta que llegue el punto en el que, si les pides cuentas, te dirán «yo a ti no te he obligado, eras mayorcito para creerte esto». Hay gente que ni siquiera llega a ver jamás el engaño. Mucha gente. Pero, ¿cuánta gente? ¿Por qué digo que son tantos si no sé cuántos son?
Hay una ley del embudo que permite hacer estimaciones. Quizá se vea bien con un ejemplo fácil: imagina que soy médico y me invento una propuesta que diga que el cáncer es un problema psicosomático (recordatorio: que yo sea médico no significa que no pueda estar como una regadera) y que tratarse médicamente (incluso con el uso de paliativos para el dolor) lo que hace es interferir con su curación natural, que sucede una vez has admitido el conflicto que te lo ha generado. Vamos a ignorar que hasta las plantas o la gente en coma es propensa de sufrir cáncer. Digamos que puedo darte suficientes ejemplos de gente que tuvo un muy mal día y poco después, diagnóstico de cáncer al canto. Y vas y te lo crees, y empiezas a «tratarte» conmigo. Ah, he olvidado un detalle importante: si la gente de tu alrededor no está de acuerdo con tu tratamiento, debes considerarlas también como una interferencia para tu curación, por lo que es mejor que te alejes de ellas.
Haz el ejercicio mental por un momento de meterte en la piel de alguien con un tumor (pongamos de mama) a quien han convencido, en ese estado de alta vulnerabilidad, de algo así. Que durante varios meses, tras abandonar tu tratamiento y a la gente que te decía que qué demonios estabas haciendo, tu pecho se fuera hinchando más y más, oliendo a podrido, abriéndosete las carnes. Pero el médico, confiado, te sigue diciendo que eso es que el cáncer está en fase de curación. Que en un tiempo ya verás como mejora. Lo has apostado todo (tu vida, tu dinero, todo) a esa carta y sabes que no hay vuelta atrás: o esto funciona, o vas a la tumba. Pero ahí afuera hay mucha gente diciendo que se ha curado así, ¿por qué va a ser mentira? Tu pecho sigue creciendo. Pudriéndose. El dolor crece. Llega un punto en el que es tan insoportable que el médico te dice «mira, no lo estás haciendo bien, así que mejor te llevamos a un hospicio porque no eres capaz de seguir mi método». Y dejan tus despojos en el primer lugar que encuentran. Estás tan mal que ni la morfina que te ponen los horrorizados oncólogos que te tratan hace ya efecto para paliar el dolor. Te mueres de una de las formas más miserables en las que un humano puede morir: lejos de tus seres queridos, entre dolores, habiéndote dejado una pasta (que en este punto ya es lo de menos) y, encima, siendo todo lo anterior evitable. Nunca te enterarás, probablemente, de que a ese médico le retiraron la licencia por otros casos similares al tuyo, o que esa gente que decía haberse curado terminó muriendo igual que tú, solo que de eso nadie hizo publicidad.
No sé si eres capaz de meterte en esas circunstancias. Pero esto es el caso real de una víctima de la Nueva Medicina Germánica, uno de los 3000 reportados de ese estilo, de los que paso a responder tus preguntas: ¿qué porcentaje ha sido letal? El 100%. No hay ningún caso documentado en el que la gilipollez anterior haya curado a nadie. ¿Qué porcentaje ha tenido consecuencias graves? El 100% de los tratados por problemas graves. Ahora permíteme subir el tono: creer que hablamos de 3000 personas que cambian una aspirina por una hierba es un puto insulto a las víctimas, de un inconsciente que no tiene ni puta idea de lo que está hablando, pero pretende que sí. Ahora permíteme disculparme, porque el tema me pone del hígado, y porque entiendo que hasta que no bajas a las mazmorras de las pseudoterapias, esto no lo puedes ni imaginar. Yo hubiera pensado lo mismo (e incluso en algún punto, pensaría «pues nada, selección natural», pero esa gilipollez de pensamiento salta por los aires en cuanto ves que tú no estás más a salvo que el resto de caer en un fraude muy bien orquestado).
Parece que me haya ido de las ramas sobre el tema de los números, pero en realidad no es así. Porque lo normal no es que alguien documente el proceso y ponga en internet las consecuencias. Lo normal es que la gente se calle y pase página. Que no quiera remover la mierda. Quizá porque haya familiares creyentes, porque haya niños de por medio, por cansancio, porque no sepan qué se puede hacer. Porque no sepan siquiera qué coño les ha pasado. Porque crean que, simplemente, es que no había nada que hacer y era su hora. ¿Cómo sabemos esto? Las estimaciones son en base a otros movimientos sectarios y pseudoterapéuticos de los que sabemos que todo el grupo está siendo afectado (no tiene por qué afectar a todos con la misma intensidad, pero la doctrina peligrosa es la misma para todos) y de las que, cuando un ínfimo porcentaje del mismo denuncia, luego resulta que la gran mayoría había estado soportando en silencio todo el percal, viendo que a su lado a todo el mundo le parecía que era «lo normal».
El otro aspecto, si te gusta algo de astrofísica, es la estimación por el «principio de mediocridad». Para quienes no conozcan el concepto, viene a decir que hay situaciones en las que se puede asumir que, si algo no es especialmente complicado que suceda, lo más probable es que esté sucediendo en muchísimos lugares, sin que goces de una posición privilegiada al respecto. Por decirlo de otro modo y volviendo al tema: ¿qué es más probable, que conozcamos (pongamos a nivel mundial) todos los casos de mujeres que han sido maltratadas o que sea una situación más común de lo que los casos que conocemos muestran?
De vez en cuando nos llegan casos de afectados por tal o cual movimiento. Casos en los que conocemos más casos similares, de los que sabemos que las bases del movimiento son dañinas (quizá no por la propuesta en sí, pero sí por el sistema de creencias que conlleva adoptarla), y de los que sabemos que el número de seguidores es mucho mayor. La «Nueva Medicina Germánica», por ejemplo, cuenta con un número ingente de seguidores a nivel mundial y hay reportes de víctimas de varios países a lo largo de las tres décadas que lleva en marcha y durante las cuales han caído en sus redes multitud de médicos, enfermeras y otros profesionales sanitarios que han contribuido a darle una apariencia de seriedad que ha llegado al extremo de convertirse en un tratamiento oficializado en Nicaragua.
En el texto, Juan pregunta sobre si lo de cambiar aspirinas por hierbas no se puede aplicar también al movimiento del cual digo que tienen 300.000 seguidores. Hablo de la Bioneuroemoción, una deriva de la «Nueva Medicina Germánica» donde, para que te hagas una idea, su gurú ha dicho literalmente en alguna charla que «yo a mis clientes lo primero que les digo cuando acuden a mi consulta es que abandonen a su familia». Por supuesto, siempre dicen que «no hay que abandonar ningún tratamiento, esto es "complementario"» y dos frases más allá te están diciendo que «hay gente que solo viendo mis vídeos se han curado» o «tratarse [con medicina] para el cáncer es hacer trampa, porque nuestra realidad, incluyendo las enfermedades, las generamos nosotros con la mente, por lo que si no atendemos a lo que las causan, vamos a seguir generando cáncer». (Por cierto, quizá resuene lo de las causas y los síntomas, es uno de los mantras de los procesos de manipulación pseudoterapéutica típicos). A lo que iba: 300.000 seguidores solo en Facebook, que eso no lo añadí. De hecho, actualmente, 350.000. Suben a 7000 nuevos cada semana. Y en nuestras asociaciones vamos acumulando reportes de gente que está teniendo graves problemas por rechazo o retraso de tratamiento, o simplemente por terminar completamente desnortados acerca de la realidad. Tienes mucha más información aquí (disculpa que no todos los vídeos funcionen, están intentando censurarlos y tenemos litigios judiciales en marcha por ello). Y un resumen que habla por lo que te vas a encontrar aquí:
Tómate un minuto para que intentes asumir de qué volúmenes de personas hablamos, y por qué, en el tema de las pseudoterapias (te recuerdo que estamos hablando solo de un par de ellas, y hay miles de ellas), podemos decir sin tapujos que la cantidad de afectados es perfectamente equiparable a la de la violencia doméstica, el racismo o la homofobia. Yo hablé de genocidio. Es cierto que el sentido usual de la palabra es el de asesinatos masivos de grupos de gente por motivos de credo, políticos o raciales. No es mi intención desvirtuar el término, pero no se me ocurre uno más cercano para hablar de la aniquilación sistemática de un grupo de gente por creer en propuestas pseudoterapéuticas. Si conoces uno mejor, no dejes de compartirlo conmigo.
Veamos un par de noticias que, juntas, se entienden mejor y quizá ayuden a entender la magnitud del problema:
https://www.redaccionmedica.com/secciones/oncologia-medica/la-mitad-de-los-pacientes-de-cancer-recurre-a-medicinas-alternativas--6007
https://elpais.com/elpais/2017/08/30/ciencia/1504118737_744798.html
Para una visión más global sobre el daño que producen las pseudoterapias (insisto por enésima vez: las seguramente pocas víctimas de las que tenemos constancia de las muchas que es probable que haya), recomiendo echarle un ojo al blog estadounidense «qué mal puede hacer» del que hay una versión española de la iniciativa.
Llevo tres horas escribiendo. Voy a ir rápido por los temas que me quedan, porque se me caen los ojos. El «y tú más»: sí, es seguro que la iatrogenia causa daños. Es lo que tiene que las cosas hagan algo, que pueden hacerlo también donde no interesa. Por eso hay estudios para generar prospectos donde se avisa de los daños conocidos para ir con cuidado por si surgen reacciones adversas (o para no aplicarlos directamente si se conocen contraindicaciones). En medicina se asume que los tratamientos son imperfectos. Si fallan, fallan ellos, no tú. Con el tiempo tienden a mejorar (gracias a la maldita farmafia que necesita más clientes). Pero vaya, aunque la medicina falle, y como decimos a menudo en estas lides, que los aviones a veces se caigan no justifica que alguien te intente vender una alfombra mágica voladora.
Que haya una tendencia hacia pseudoterapias tiene muchas explicaciones. Hablé de ello por aquí. Como es muy largo, resumo: si quieres sacar pasta de incautos, magnifica los problemas de la sanidad y cómprame mi remedio inservible que te oferto sin haber demostrado que funciona. Eso sí, los del negocio de la salud son los otros, ¿eh? Bueno, pues suficiente por hoy, 70€ esta sesión, nos vemos la semana que viene, gracias. Por cierto, por volver al tema de la homeopatía y a las preguntas que Juan deja al respecto de sus víctimas, échale un vistazo querido lector a las cifras de ventas de Boiron (que es solo uno de los muchos laboratorios que hay), y los propios componentes de un «medicamento» homeopático. Bueno, te ahorro la consulta con un par de imágenes que hablan por ellas mismas:
Desde luego, el agua con azúcar no provoca muertes a menos que seas diabético o algo, pero lo que sí provoca muertes es la creencia de que el agua con azúcar (bajo la apariencia de un supuesto «medicamento» homeopático) puede funcionar, causando el engaño del enfermo (o de sus tutores, como en el triste caso del niño italiano, que no es ni el primero ni será el último de los que se tienen constancia por este motivo; en APETP conocemos algunos casos de afectados graves autóctonos) y que retrase o rechace el tratamiento efectivo que podría, quizá, haber hecho realmente algo por su vida.
Voy a incidir en que es necesaria la información de calidad. Aquí no hay prejuicios a la ligera, ni se intenta «desprestigiar sin más». Creo que a lo largo del post deberías haber visto, Juan, que te falta información por un tubo. Por ejemplo, en que la regulación ya existe, y prohíbe muchísimas de las prácticas que se están llevando a cabo (por ejemplo, no pueden ofertarse tratamientos no convencionales que no estén supervisados por un profesional sanitario –es decir, con titulación oficial– en un centro registrado pertinentemente como tal). Algo tan simple como eso, que se hace para asegurar que al menos no haya una mala praxis evidente (en la medicina convencional la mala praxis y negligencias pueden ocurrir, pero al menos hay cauces oficiales para gestionar las reclamaciones) y que, ante casos que requieran medicina de verdad, alguien tenga los dos dedos de frente de derivar al enfermo al médico, no se está cumpliendo.
Médico que, por cierto, cuando está aplicando propuestas sin validez científica (que no significa que no la puedan tener, pero que se ofertan como válidas sin tenerla), está incumpliendo su propia deontología (artículo 26.2) que le exhorta a aplicar preferentemente aquellas que tienen las mayores garantías científicas y huir de las no suficientemente probadas o basadas en la superstición o charlatanería. Así que si te encuentras con un médico (o cualquier profesional de la salud, en general, pues todos tienen un apartado similar) aplicando pseudoterapias, mi consejo es que lo reportes ante su Colegio Profesional. Si «no está de acuerdo» con la medicina y por eso las aplica... quizá no haya atendido lo suficiente en la carrera. En cualquier caso, no está capacitado para cumplir con el cometido con el que se comprometió al aceptar dicha deontología como propia y lo mejor es apartarle del paciente antes de que lo desoriente en el terreno de la salud.
P.D.: El ácido acetilsalicílico se encuentra presente en la corteza de sauce. Necesitarías como un kilo de corteza de sauce para extraer la dosis necesaria (que habría que cuantificar oportunamente para controlar qué cantidad tomas, cosa que hace la farmacología) que podrías encontrar en una aspirina. Solo que esa molécula natural es altamente corrosiva, por lo que te causaría enormes úlceras. La aspirina que tomamos actualmente es una variante de laboratorio en la que hay un pequeño cambio químico que permite el efecto analgésico sin los tremendos efectos secundarios que causaría su versión natural. Porque es lo que la ciencia permite: entender lo que funciona y optimizarlo para nuestros intereses.
Cielo santo, estoy ya cansado de escribir y no he empezado ni con el meollo de la discusión. De momento solo hemos tocado el tema tangencial de que es falso que «lo alternativo/holístico/complementario/natural/pongaaquílasiguienteetiquetademoda hace lo que la medicina no hace» y que, además, no han probado siquiera que hagan lo que ellos dicen que hacen. O incluso que se ha probado lo contrario, y pese a ello siguen con el negocio. Porque a lo mejor no lo he dicho aún, pero si quieres vender remedios constantemente, una solución es vender constantemente remedios inservibles a gente que no llegará a curarse nunca o a la que convences de que son algo a añadir a su tratamiento de verdad (seguro que, como mínimo, con la proclama de que «mejora el funcionamiento del sistema inmunológico»), con la esperanza de que cuando se curen crean que tú has tenido algo que ver y difundan la voz. En definitiva, permitidme insistir una vez más: si algo no está demostrado científicamente que funcione, no lo vendas como funcional. Así de simple.
A ver si podemos ir centrando el tema: la gente que acude a estos supuestos remedios y la cagan a base de bien. Sé que voy a ser incapaz de expresar en su magnitud la crueldad del problema, por razones como que, al igual que la violencia doméstica (luego entro ahí), hay una cantidad de víctimas enorme (luego entro ahí) pero dispersa, lo cual dificulta concebir cuánta gente ha sufrido o está sufriendo por ellas. Temas como los del Holocausto o el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki los podemos concebir mejor (tampoco mucho mejor, en cuanto las cifras se disparan), digamos que la imagen mental es más limpia.
Voy al primer punto. Comparar las pseudoterapias con la violencia doméstica (y para ser más precisos, con el estado de la violencia doméstica hace cuarenta años, que es a lo que me quería referir en el tweet en cuestión en el que trataba el tema). Hace cuarenta años (en algunos lugares, menos aún, por no decir que aún a día de hoy pasa), una mujer a la que su marido le pegara lo viviría en silencio, tratando de ocultar por vergüenza o incluso desconocimiento o autoengaño («me pega lo normal», «si no es él, quién me va a querer») su situación. En el raro caso de que estuviera motivada a denunciar el asunto superando las excusas propias y la coerción de su medio (quizá familiares, hijos por en medio, y por supuesto el propio marido) y se acercara a denunciar, en aquella época no era inusual que al contarle al agente de turno la situación, te respondiera con algo así como «ande, señora, vuelva a casa y haga lo posible por no molestar más a su marido; prepárele una buena cena y ya verá como se porta mejor con usted». En el aún más raro caso de que esto llegara a juicio, súmale el poder demostrar dicha violencia (sobre todo si es psicológica), cargando durante todo el proceso el sambenito de «nadie te obligó a elegirle a él». Todas las papeletas estaban contra la víctima, cosa que poco a poco y gracias a un constante trabajo de concienciación social, se va superando (aunque queda mucho por avanzar aún).
La comparación de las pseudoterapias con la violencia doméstica la escuché por primera vez de boca de un afectado por ellas. Voy a generalizar su caso, para que se entienda mejor: año 2017. Como tanta otra gente que acudía a su charlatán de turno, haciéndole perder dinero y sin avanzar en la restitución de la salud prometida (y haciéndole retrasar un tratamiento real al que por supuesto pintaba de fraude farmafioso), un día decidió plantarse. Decidió asumir, para su vergüenza y la de su familia, que le habían soplado miles de euros durante varios años por nada en absoluto. Decidió asumir que le habían engañado, que era vulnerable, que había estado bailando a merced del son que otro tocaba. «Pues a mí me funciona», le decían otros de los seguidores («ya, yo también quería creer que me funcionaba, pero esto sigue igual que siempre o peor»). Al volver al médico, de paso, le dijo que al haber dejado lo suyo sin tratar demasiado tiempo, ahora la solución ya no era fácil, y eso suponiendo que siguiera habiendo solución. «Es que este señor me dijo que erais una mafia y que me tomara esto en su lugar». El médico se encoge de hombros. Decidió ir a la comisaría para intentar recuperar, si no al menos su salud, sí su dinero. El agente le escuchó y le pidió los documentos para acreditar esa supuesta estafa. Por supuesto, no tenía ni medio papel, porque todo era hablado o, en el mejor de los casos, en folios manuscritos sin validez oficial alguna que podrían ser de cualquiera. Ninguna factura. «Lo mejor es que vuelva para casa, descanse y pase página, que tiene mala cara». Aún así, ya por pura inercia o para mantener lo poco que le queda de dignidad, decide interponer igualmente la denuncia. Ante el juez, la primera pregunta es: «¿Y a usted quién le ha obligado a ir a este señor y creerse lo que le ha dicho? ¿No sabe que la justicia no protege al incauto?».
Y con estas, nuestra víctima se vuelve para casa y se muere sabiendo que, al lado de su casa, el charlatán que le prometió curar lo suyo sigue tranquilamente haciendo un negocio redondo a la vista de todos.
A lo mejor crees, querido lector, que esto que acabo de contar es ficción. Si estás metido en el mundo de la denuncia social contra pseudoterapias te lo habrás encontrado una y otra vez. Lo normal es escuchar casos que han quedado en el primer compás: alguien afectado que te lo cuenta en petit comité y ya no volverá a hablar del asunto. Alguno hay que está hecho de una pasta especial y decide levantar la voz de forma pública, superando la lógica vergüenza del que se sabe engañado. Aún más raro es quien llega hasta el final, complicándose la vida con los entresijos del sistema judicial, incluso sabiendo (como me dijo un afectado por una secta que a él le dijo su abogado: «no esperes del juez que haga justicia»). En ese punto, lo normal (como le pasó a dicho afectado), es que oiga un «siendo mayor de edad y habiendo elegido en libertad, la justicia no protege al incauto». O un «señor, su hijo tenía 21 años y era estudiante de física, debería tener conocimientos suficientes para saber que ese remedio contra su leucemia era ilusorio».
No voy a poner ejemplos de afectados. En realidad los tienes por todas partes, pero al igual que con los de la violencia doméstica, tenemos una especie de ceguera cognitiva. Al igual que con los de la violencia doméstica, solo solemos enterarnos de los casos más graves, o de la gente más relevante, o los que nos tocan tan de cerca que no podemos ignorarlos sin cerrar los ojos y taparnos los oídos. Probablemente sepas (o no) que Steve Jobs se fue a la tumba por este tipo de creencias. Pero Steve Jobs tenía acceso a los conocimientos que necesitara, a la mejor asesoría y cuidados posibles, y por supuesto era mayor de edad y decidió libremente, quizá estés pensando tú mismo, ¿verdad? Eso significa, simplemente, que no tienes ni la más remota idea de qué es estar en la piel de alguien asustado, abrumado por una situación que le supera, queriendo creer que hay una solución simple, inocua, «sin efectos secundarios», «natural», que puede tomar para recuperar la salud, «y si veo que no funciona, ya si eso probaré lo que me han dicho los doctores». Significa, simplemente, que en este asunto estás pensando como si con la violencia doméstica pensaras «nadie le obligó a elegirle a él». Tienes razón, pero estás profundamente equivocado. No sabes nada de procesos coercitivos. Ni de la mucha gente que está especializada en usarlos para susurrar cantos de sirena a los que se encuentran, ya no en situaciones tan extremas (que también, y es donde más negocio se hace, puesto que alguien a quien dicen que puede morir, él o sus seres queridos, está dispuesto a hacer lo que haga falta, a pagar lo que haga falta), sino en otras mucho más mundanas (y numerosas) en las que te van a azuzar con la farmafia para atraerte a remedios completamente inservibles, mientras que a la vez (a veces sí, a veces no), por imperativo legal te dirán aquello de «oye, pero esto no sustituye al tratamiento médico que acabo de ponerte a caldo, ¿eh?».
No, querido amigo, esto no va de gente a la que venden así como sin querer una pastilla de azúcar en lugar de un antihistamínico (que ya puede ser grave llegado el caso de necesitarlo de veras). Va de una industria que se aprovecha del desconocimiento de la gente (y la tremenda incompetencia de las entidades de salud que deberían estar evitando su existencia) para modificar tu sistema de creencias con respecto a cómo funciona la salud y, una vez atado a ella, sacar toda la tajada que pueda, hasta que llegue el punto en el que, si les pides cuentas, te dirán «yo a ti no te he obligado, eras mayorcito para creerte esto». Hay gente que ni siquiera llega a ver jamás el engaño. Mucha gente. Pero, ¿cuánta gente? ¿Por qué digo que son tantos si no sé cuántos son?
Hay una ley del embudo que permite hacer estimaciones. Quizá se vea bien con un ejemplo fácil: imagina que soy médico y me invento una propuesta que diga que el cáncer es un problema psicosomático (recordatorio: que yo sea médico no significa que no pueda estar como una regadera) y que tratarse médicamente (incluso con el uso de paliativos para el dolor) lo que hace es interferir con su curación natural, que sucede una vez has admitido el conflicto que te lo ha generado. Vamos a ignorar que hasta las plantas o la gente en coma es propensa de sufrir cáncer. Digamos que puedo darte suficientes ejemplos de gente que tuvo un muy mal día y poco después, diagnóstico de cáncer al canto. Y vas y te lo crees, y empiezas a «tratarte» conmigo. Ah, he olvidado un detalle importante: si la gente de tu alrededor no está de acuerdo con tu tratamiento, debes considerarlas también como una interferencia para tu curación, por lo que es mejor que te alejes de ellas.
Haz el ejercicio mental por un momento de meterte en la piel de alguien con un tumor (pongamos de mama) a quien han convencido, en ese estado de alta vulnerabilidad, de algo así. Que durante varios meses, tras abandonar tu tratamiento y a la gente que te decía que qué demonios estabas haciendo, tu pecho se fuera hinchando más y más, oliendo a podrido, abriéndosete las carnes. Pero el médico, confiado, te sigue diciendo que eso es que el cáncer está en fase de curación. Que en un tiempo ya verás como mejora. Lo has apostado todo (tu vida, tu dinero, todo) a esa carta y sabes que no hay vuelta atrás: o esto funciona, o vas a la tumba. Pero ahí afuera hay mucha gente diciendo que se ha curado así, ¿por qué va a ser mentira? Tu pecho sigue creciendo. Pudriéndose. El dolor crece. Llega un punto en el que es tan insoportable que el médico te dice «mira, no lo estás haciendo bien, así que mejor te llevamos a un hospicio porque no eres capaz de seguir mi método». Y dejan tus despojos en el primer lugar que encuentran. Estás tan mal que ni la morfina que te ponen los horrorizados oncólogos que te tratan hace ya efecto para paliar el dolor. Te mueres de una de las formas más miserables en las que un humano puede morir: lejos de tus seres queridos, entre dolores, habiéndote dejado una pasta (que en este punto ya es lo de menos) y, encima, siendo todo lo anterior evitable. Nunca te enterarás, probablemente, de que a ese médico le retiraron la licencia por otros casos similares al tuyo, o que esa gente que decía haberse curado terminó muriendo igual que tú, solo que de eso nadie hizo publicidad.
No sé si eres capaz de meterte en esas circunstancias. Pero esto es el caso real de una víctima de la Nueva Medicina Germánica, uno de los 3000 reportados de ese estilo, de los que paso a responder tus preguntas: ¿qué porcentaje ha sido letal? El 100%. No hay ningún caso documentado en el que la gilipollez anterior haya curado a nadie. ¿Qué porcentaje ha tenido consecuencias graves? El 100% de los tratados por problemas graves. Ahora permíteme subir el tono: creer que hablamos de 3000 personas que cambian una aspirina por una hierba es un puto insulto a las víctimas, de un inconsciente que no tiene ni puta idea de lo que está hablando, pero pretende que sí. Ahora permíteme disculparme, porque el tema me pone del hígado, y porque entiendo que hasta que no bajas a las mazmorras de las pseudoterapias, esto no lo puedes ni imaginar. Yo hubiera pensado lo mismo (e incluso en algún punto, pensaría «pues nada, selección natural», pero esa gilipollez de pensamiento salta por los aires en cuanto ves que tú no estás más a salvo que el resto de caer en un fraude muy bien orquestado).
Parece que me haya ido de las ramas sobre el tema de los números, pero en realidad no es así. Porque lo normal no es que alguien documente el proceso y ponga en internet las consecuencias. Lo normal es que la gente se calle y pase página. Que no quiera remover la mierda. Quizá porque haya familiares creyentes, porque haya niños de por medio, por cansancio, porque no sepan qué se puede hacer. Porque no sepan siquiera qué coño les ha pasado. Porque crean que, simplemente, es que no había nada que hacer y era su hora. ¿Cómo sabemos esto? Las estimaciones son en base a otros movimientos sectarios y pseudoterapéuticos de los que sabemos que todo el grupo está siendo afectado (no tiene por qué afectar a todos con la misma intensidad, pero la doctrina peligrosa es la misma para todos) y de las que, cuando un ínfimo porcentaje del mismo denuncia, luego resulta que la gran mayoría había estado soportando en silencio todo el percal, viendo que a su lado a todo el mundo le parecía que era «lo normal».
El otro aspecto, si te gusta algo de astrofísica, es la estimación por el «principio de mediocridad». Para quienes no conozcan el concepto, viene a decir que hay situaciones en las que se puede asumir que, si algo no es especialmente complicado que suceda, lo más probable es que esté sucediendo en muchísimos lugares, sin que goces de una posición privilegiada al respecto. Por decirlo de otro modo y volviendo al tema: ¿qué es más probable, que conozcamos (pongamos a nivel mundial) todos los casos de mujeres que han sido maltratadas o que sea una situación más común de lo que los casos que conocemos muestran?
De vez en cuando nos llegan casos de afectados por tal o cual movimiento. Casos en los que conocemos más casos similares, de los que sabemos que las bases del movimiento son dañinas (quizá no por la propuesta en sí, pero sí por el sistema de creencias que conlleva adoptarla), y de los que sabemos que el número de seguidores es mucho mayor. La «Nueva Medicina Germánica», por ejemplo, cuenta con un número ingente de seguidores a nivel mundial y hay reportes de víctimas de varios países a lo largo de las tres décadas que lleva en marcha y durante las cuales han caído en sus redes multitud de médicos, enfermeras y otros profesionales sanitarios que han contribuido a darle una apariencia de seriedad que ha llegado al extremo de convertirse en un tratamiento oficializado en Nicaragua.
En el texto, Juan pregunta sobre si lo de cambiar aspirinas por hierbas no se puede aplicar también al movimiento del cual digo que tienen 300.000 seguidores. Hablo de la Bioneuroemoción, una deriva de la «Nueva Medicina Germánica» donde, para que te hagas una idea, su gurú ha dicho literalmente en alguna charla que «yo a mis clientes lo primero que les digo cuando acuden a mi consulta es que abandonen a su familia». Por supuesto, siempre dicen que «no hay que abandonar ningún tratamiento, esto es "complementario"» y dos frases más allá te están diciendo que «hay gente que solo viendo mis vídeos se han curado» o «tratarse [con medicina] para el cáncer es hacer trampa, porque nuestra realidad, incluyendo las enfermedades, las generamos nosotros con la mente, por lo que si no atendemos a lo que las causan, vamos a seguir generando cáncer». (Por cierto, quizá resuene lo de las causas y los síntomas, es uno de los mantras de los procesos de manipulación pseudoterapéutica típicos). A lo que iba: 300.000 seguidores solo en Facebook, que eso no lo añadí. De hecho, actualmente, 350.000. Suben a 7000 nuevos cada semana. Y en nuestras asociaciones vamos acumulando reportes de gente que está teniendo graves problemas por rechazo o retraso de tratamiento, o simplemente por terminar completamente desnortados acerca de la realidad. Tienes mucha más información aquí (disculpa que no todos los vídeos funcionen, están intentando censurarlos y tenemos litigios judiciales en marcha por ello). Y un resumen que habla por lo que te vas a encontrar aquí:
Tómate un minuto para que intentes asumir de qué volúmenes de personas hablamos, y por qué, en el tema de las pseudoterapias (te recuerdo que estamos hablando solo de un par de ellas, y hay miles de ellas), podemos decir sin tapujos que la cantidad de afectados es perfectamente equiparable a la de la violencia doméstica, el racismo o la homofobia. Yo hablé de genocidio. Es cierto que el sentido usual de la palabra es el de asesinatos masivos de grupos de gente por motivos de credo, políticos o raciales. No es mi intención desvirtuar el término, pero no se me ocurre uno más cercano para hablar de la aniquilación sistemática de un grupo de gente por creer en propuestas pseudoterapéuticas. Si conoces uno mejor, no dejes de compartirlo conmigo.
Veamos un par de noticias que, juntas, se entienden mejor y quizá ayuden a entender la magnitud del problema:
https://www.redaccionmedica.com/secciones/oncologia-medica/la-mitad-de-los-pacientes-de-cancer-recurre-a-medicinas-alternativas--6007
https://elpais.com/elpais/2017/08/30/ciencia/1504118737_744798.html
Para una visión más global sobre el daño que producen las pseudoterapias (insisto por enésima vez: las seguramente pocas víctimas de las que tenemos constancia de las muchas que es probable que haya), recomiendo echarle un ojo al blog estadounidense «qué mal puede hacer» del que hay una versión española de la iniciativa.
Llevo tres horas escribiendo. Voy a ir rápido por los temas que me quedan, porque se me caen los ojos. El «y tú más»: sí, es seguro que la iatrogenia causa daños. Es lo que tiene que las cosas hagan algo, que pueden hacerlo también donde no interesa. Por eso hay estudios para generar prospectos donde se avisa de los daños conocidos para ir con cuidado por si surgen reacciones adversas (o para no aplicarlos directamente si se conocen contraindicaciones). En medicina se asume que los tratamientos son imperfectos. Si fallan, fallan ellos, no tú. Con el tiempo tienden a mejorar (gracias a la maldita farmafia que necesita más clientes). Pero vaya, aunque la medicina falle, y como decimos a menudo en estas lides, que los aviones a veces se caigan no justifica que alguien te intente vender una alfombra mágica voladora.
Que haya una tendencia hacia pseudoterapias tiene muchas explicaciones. Hablé de ello por aquí. Como es muy largo, resumo: si quieres sacar pasta de incautos, magnifica los problemas de la sanidad y cómprame mi remedio inservible que te oferto sin haber demostrado que funciona. Eso sí, los del negocio de la salud son los otros, ¿eh? Bueno, pues suficiente por hoy, 70€ esta sesión, nos vemos la semana que viene, gracias. Por cierto, por volver al tema de la homeopatía y a las preguntas que Juan deja al respecto de sus víctimas, échale un vistazo querido lector a las cifras de ventas de Boiron (que es solo uno de los muchos laboratorios que hay), y los propios componentes de un «medicamento» homeopático. Bueno, te ahorro la consulta con un par de imágenes que hablan por ellas mismas:
Desde luego, el agua con azúcar no provoca muertes a menos que seas diabético o algo, pero lo que sí provoca muertes es la creencia de que el agua con azúcar (bajo la apariencia de un supuesto «medicamento» homeopático) puede funcionar, causando el engaño del enfermo (o de sus tutores, como en el triste caso del niño italiano, que no es ni el primero ni será el último de los que se tienen constancia por este motivo; en APETP conocemos algunos casos de afectados graves autóctonos) y que retrase o rechace el tratamiento efectivo que podría, quizá, haber hecho realmente algo por su vida.
Voy a incidir en que es necesaria la información de calidad. Aquí no hay prejuicios a la ligera, ni se intenta «desprestigiar sin más». Creo que a lo largo del post deberías haber visto, Juan, que te falta información por un tubo. Por ejemplo, en que la regulación ya existe, y prohíbe muchísimas de las prácticas que se están llevando a cabo (por ejemplo, no pueden ofertarse tratamientos no convencionales que no estén supervisados por un profesional sanitario –es decir, con titulación oficial– en un centro registrado pertinentemente como tal). Algo tan simple como eso, que se hace para asegurar que al menos no haya una mala praxis evidente (en la medicina convencional la mala praxis y negligencias pueden ocurrir, pero al menos hay cauces oficiales para gestionar las reclamaciones) y que, ante casos que requieran medicina de verdad, alguien tenga los dos dedos de frente de derivar al enfermo al médico, no se está cumpliendo.
Médico que, por cierto, cuando está aplicando propuestas sin validez científica (que no significa que no la puedan tener, pero que se ofertan como válidas sin tenerla), está incumpliendo su propia deontología (artículo 26.2) que le exhorta a aplicar preferentemente aquellas que tienen las mayores garantías científicas y huir de las no suficientemente probadas o basadas en la superstición o charlatanería. Así que si te encuentras con un médico (o cualquier profesional de la salud, en general, pues todos tienen un apartado similar) aplicando pseudoterapias, mi consejo es que lo reportes ante su Colegio Profesional. Si «no está de acuerdo» con la medicina y por eso las aplica... quizá no haya atendido lo suficiente en la carrera. En cualquier caso, no está capacitado para cumplir con el cometido con el que se comprometió al aceptar dicha deontología como propia y lo mejor es apartarle del paciente antes de que lo desoriente en el terreno de la salud.
Pero en fin, acabo. La clave en toda esta discusión es la proporcionalidad. Espero haberte dejado claro que las afirmaciones sobre la gravedad de esta lacra no se han hecho a la ligera y se ajustan a otras tan terribles como el racismo, la homofobia o la violencia de género. Espero haber conseguido que a partir de ahora tengas un poco más de conciencia sobre las víctimas de pseudoterapias (a quienes lo mejor que les puede pasar es que solo les estafen).
Por dar una última pincelada, aquí un repaso que desde APETP hicimos para una charla sobre los riesgos del listado de las "terapias y técnicas no convencionales" que desgranaba el Ministerio de Sanidad en su análisis de hace casi una década. En el análisis fuimos benevolentes con algunas propuestas que podían tener alguna aplicación legítima si el contenido fuera riguroso:
Y en ese listado ni siquiera están muchas otras muy peligrosas, como las mencionadas Nueva Medicina Germánica o la Bioneuroemoción (o la Biodescodificación, o la Sintergética, entre otras muchas pseudoterapias sectarias basadas en "el origen emocional de la enfermedad"), ni una miríada de otras menos agresivas pero igualmente desnortadoras en el terreno de la salud para sus seguidores.
Cambiar aspirinas por hierbas... es que se me escapa la sonrisa. Yo también era así de ingenuo. Ojalá fuera cambiar aspirinas por hierbas. Gracias si has llegado hasta aquí.
Por dar una última pincelada, aquí un repaso que desde APETP hicimos para una charla sobre los riesgos del listado de las "terapias y técnicas no convencionales" que desgranaba el Ministerio de Sanidad en su análisis de hace casi una década. En el análisis fuimos benevolentes con algunas propuestas que podían tener alguna aplicación legítima si el contenido fuera riguroso:
Cambiar aspirinas por hierbas... es que se me escapa la sonrisa. Yo también era así de ingenuo. Ojalá fuera cambiar aspirinas por hierbas. Gracias si has llegado hasta aquí.
P.D.: El ácido acetilsalicílico se encuentra presente en la corteza de sauce. Necesitarías como un kilo de corteza de sauce para extraer la dosis necesaria (que habría que cuantificar oportunamente para controlar qué cantidad tomas, cosa que hace la farmacología) que podrías encontrar en una aspirina. Solo que esa molécula natural es altamente corrosiva, por lo que te causaría enormes úlceras. La aspirina que tomamos actualmente es una variante de laboratorio en la que hay un pequeño cambio químico que permite el efecto analgésico sin los tremendos efectos secundarios que causaría su versión natural. Porque es lo que la ciencia permite: entender lo que funciona y optimizarlo para nuestros intereses.
lunes, 25 de septiembre de 2017
Homeopatía Genérica (Día del Farmacéutico) y diluciones korsakovianas
Hoy es el Día Mundial del Farmacéutico. Un día en el que cabe recordar que la mayoría de farmacias se han convertido en bazares donde, si alguien está dispuesto a comprar algo, siempre encontrarás a un farmacéutico sin escrúpulos dispuesto a venderlo.
En concreto, es un día para recordar uno de los fraudes sanitarios más enquistados en el sistema de salud de este y otros países. Para luchar contra la venta de azúcar a precio de unobtainium, desde la iniciativa FarmaCiencia se está llevando a cabo la campaña "Homeopatía Genérica". Porque, puestos a ser estafados, qué menos que hacerlo a precios más asequibles acudiendo a la marca blanca.
Por nuestra parte, hemos querido rendir un pequeño homenaje a un método de dilución homeopática que suele ser menos conocido que el habitual, y que probablemente os deje con la mosca detrás de la oreja a muchos cuando lavéis los cacharros. Efectivamente, aunque no seáis conscientes de ello, al enjuagar platos y botes estáis llevando a cabo sucusiones de diluciones homeopáticas denominadas "Korsakovianas":
La manera de reconocer este tipo de preparados homeopáticos es comprobar si al lado del número de diluciones aparece una K (Korsakoviana) en lugar de los típicos D o CH (Decimal o Centesimal Hahnemanniano noniano noniano).
Por ejemplo, en este caso real, alguien tendrá que tomarse la molestia de llenar un bote de veneno de la cobra india, vaciarlo, llenarlo con agua (o lactosa, o hidroalcohol), sacudirlo, vaciarlo, llenarlo con agua (o lactosa, o hidroalcohol), sacudirlo, vaciarlo, repetir en total estos rellenados, sacudidas y vaciados hasta 10.000 veces, y el resultado salpicarlo en dos glóbulos de azúcar (que, en este caso, deberá tomar en luna creciente, porque probablemente el incautopaciente en cuestión sea Aries con ascendente en Tauro y su kirliograma aparezca con resonancias vibracionales energéticas un poco turbias, o cualquier otra gilipollez que se le haya ocurrido al dispensador de turno para adornar el fraude).
O, si queréis un ejemplo más típico de venta en farmacias, el salpicado en un glóbulo (de 1 gramo de azúcar, si hacéis la suma) de 0'01 mililitros de lo que queda en un bote en el que se ha llenado de hígado de pato, vaciado, rellenado de agua/lactosa/hidroalcohol, sacudido, vaciado, y repetidos estos tres últimos pasos 200 veces:
Si alguien quiere saber cómo funcionan los fundamentos de la homeopatía, recordad que lo podéis averiguar en esta página web: comofuncionalahomeopatia.com
jueves, 21 de septiembre de 2017
Morir creyendo
Quizá solo haría algún matiz muy menor, como que en parte sí hay cierta legislación que protege al ciudadano pero que no se está aplicando por una inoperancia extrema de las autoridades que deberían controlar estos asuntos. Salvo eso, suscribo letra a letra el contenido de esta charla de Mauricio Schwarz que os comparto:
lunes, 18 de septiembre de 2017
sábado, 16 de septiembre de 2017
miércoles, 21 de junio de 2017
Muñecos de paja
Un muñeco de paja es una construcción argumental para criticar una postura (o individuo, idea, movimiento, etc.), basado en representar de una forma irreal (usualmente interesada) dicha postura para atacarla, buscando el apoyo de lectores no convenientemente informados acerca de la postura real. Hay verdaderos expertos en su uso, y via uno de ellos llego a este artículo.
Por la extensión de la respuesta al artículo, que critica (en base a premisas erróneas) las iniciativas de APETP en su lucha contra pseudociencias, merece hacer una entrada ex profeso aquí.
Voy a hacer un repaso, nada breve, de incorrecciones del artículo.
Primero, que seas profesora en Físicas es irrelevante. Solo significa que has aprobado una serie de exámenes, y no impide que sufras exactamente todos los sesgos que cualquier otro humano puede sufrir. Ni siquiera es garantía de que no sufras de algún problema mental que te lleve a delirios. El nivel de estudios que tengas no es garante en ningún caso de que tus argumentos sean más acertados que el de cualquier otro. Tampoco significa que estés equivocada o que no estés cuerda, pero quiero dejarlo claro porque pretender que otros no tengan razón porque tú seas científica es una argumentación incorrecta.
Pero si eso te preocupa, APETP cuenta entre sus filas con varios científicos (empezando por su propia presidenta), además de áreas de investigación más cercanas a la salud. También cuenta con varios profesionales de la salud (cada vez más, conforme nos va conociendo la gente).
Paradigmas y Galileo. Más allá de comentar que son recursos clásicos en los discursos de reformas coercitivas del pensamiento, añadiré que hablamos de la protección social contra estafadores, basada en las pruebas de que disponemos. En tu símil, APETP es Galileo luchando contra hordas de aprovechados que, frente a las evidencias, insisten en hacer creer en "amimefuncionismos".
Son los científicos y profesionales anteriormente mencionados quienes, repasando la evidencia disponible, generan los artículos que se pueden leer en el listado de pseudoterapias de nuestra web, de los que se va uno por uno indicando si son un completo fraude, si tienen alguna parte de validez, o incluso si son legítimos en algunos campos pero se ofertan usualmente como válidos para otros en los que no lo son (y por tanto son pseudoterapias en esos campos). Nada de "meterlo todo en el mismo saco". De hecho, muchas de las propuestas están en la lista porque hemos recibido casos de afectados por ellas. Algunos (y solo uno ya serían demasiados), mortales. Muchos (y solo uno ya serían demasiados), muy graves. Lo de que el mayor riesgo sea perder tiempo y dinero no es correcto. Eso es lo de menos que te puede pasar. Lo de mayor riesgo es que te alejen de tu familia, de un tratamiento efectivo, y te maten. Y recibimos casos así.
Por supuesto, podemos explicar cosas como "los metaanálisis más rigurosos indican que los resultados favorables de la homemopatía/reiki/biorresonancia cuántica/angeloterapia/acupuntura/reflexología/ son compatibles con el placebo", pero para empezar, ni siquiera hay evidencias de muchas de las propuestas que se ofertan como terapéuticas, y eso ya es un primer fraude mayúsculo. En APETP no tenemos ningún problema con que se propongan, como terapéuticas, las "terapias alternativas/complementarias/holísticas/integrativas/naturales" que hayan demostrado que funcionan. Solo que entonces ya no serán "alternativas/complementarias/holísticas/integrativas/naturales". Serán simplemente medicina.
Tampoco queremos dorarle la píldora al vendedor de humos. Si te vendo esta piedra de playa que me acabo de encontrar, que mejora las defensas, a 50€ por ser tú, no vamos a marear a quien pueda estar leyendo los informes con buenismos del tipo "nadie sabe cómo funciona aún mi piedra de playa mágica para subir las defensas, pero quizá en el futuro la ciencia descubra que estaba equivocada y por tanto no podemos concluir de forma fehaciente que te estoy proponiendo una estafa como un piano para aprovecharme del efecto placebo y reducir tus niveles de estrés, ansiedad y dolor con un trasto inservible de 50€ cuyo efecto podrías haber igualado o superado por menos precio yendo a dar un paseo, charlando con amigos, leyendo un buen libro, yendo a ver una película que te guste, relajándote con buena música, visitando un spa, dándote un masaje, durmiendo una siesta o masturbándote", Si tenemos constancia de que algo es un fraude peligroso porque recibimos casos de afectados por una propuesta de la que los profesionales del sector nos indican que no tiene evidencias o las que hay son contrarias a su validez, es exactamente lo que vamos a decir, le pese al posmoderno que le pese.
No voy a comentar mucho acerca del conspiracionismo (de verdad, ¿qué coño pinta la industria química en una iniciativa creada porque un hijo de puta convenció a un chaval de que podía curarse de una leucemia tomando vitamina C y sin quimioterapia?). ¿Alguien cree que la industria química (lo que quiera que sea a lo que se refiera eso, supongo que es por no decir "farmafia") tiene algo que ver con que te maten a un hijo y, buscando alertar a la sociedad, te encuentres con que es un problema extendidísimo e intentes hacer algo para contrarrestar la desinformación imperante? Es una visión muy distorsionada y peligrosa, de nuevo síntoma de posibles problemas de reforma coercitiva del pensamiento. No tiene nada que ver con eso (y de hecho, gran parte de los que iniciamos esta aventura no tenemos ninguna relación laboral en temas sanitarios ni ninguna ligazón con promotores empresariales de ningún tipo, siendo totalmente independientes y costeando nuestras iniciativas de nuestros bolsillos). Y no, la ciencia no necesita acólitos. La sociedad, en cambio, sí necesita científicos y profesionales sanitarios que les protejan de estafadores. Y hasta hace bastante poco, demasiados científicos estaban de perfil en el tema, y demasiados profesionales sanitarios eran los que promovían estas cosas. Estamos intentando cambiar esto.
Porque los médicos, ni los científicos, tienen que decirle a nadie en qué creer. Porque no hablamos de creencias. Pero sí tienen una responsabilidad social en la protección de la salud y la información, y tienen que decirle a la gente qué supuestas propuestas terapéuticas son falsas. Hay que dejar de hablar de "terapias alternativas" cuando nos referimos a fraudes que no son terapias, y por tanto no pueden ser alternativas, ni complementarias, ni integrables al sistema sanitario. Por supuesto, tienen que impeler a la gente a que, ante un problema de salud, lo dejen en manos de los profesionales adecuados. Lo de que no se vendan sustancias prohibidas, ojalá se hiciera (ahí tienes el auge del MMS por parte de charlatanes peligrosos como Pàmies), pero así debería ser.
La medicina es imperfecta y falla (tanto a nivel técnico como de implementación humana), y claro que hay que aprender de esos errores y subsanarlos. Por ejemplo, un gran fallo ha sido la dejadez y permisividad que ha llevado a universidades, hospitales, colegios profesionales y muchos supuestos profesionales a introducir dichos fraudes entre su formación y práctica, dándole así un halo de credibilidad que jamás debió tener. Pero también, afortunadamente, estamos ayudando a que se den cuenta del problema y que empiecen a cambiarlo.
El riesgo no es solo que se rechace la medicina oficial, no te equivoques; incluso aunque se disfrace de complementaria, una propuesta inútil que se ofrece junto con otra realmente efectiva hará a su usuario creer que la primera es la que ha tenido el efecto real (según varios experimentos en psicología), desorientando así al paciente sobre las decisiones que podrá tomar en el futuro, y además probablemente haciéndole tender a probar otras propuestas aún más peligrosas. El riesgo de base en todo esto es claro: al mentir al ciudadano, sus decisiones sobre salud no se basan en información veraz, y por tanto dejan de ser libres. Las consecuencias pueden ser que le estafen, que le hagan perder tiempo (que puede ser vital), que acarree innecesariamente con problemas de salud por estar acudiendo a un estafador en lugar de a un profesional sanitario, que se le induzca a creer que la causa de su problema es culpa suya o de su entorno, separándoles de ellos, y un largo etcétera que termina en un sufrimiento y/o muerte prevenible de la víctima.
La medicina es imperfecta y muy equivocado está quien piense que cree que lo sabe todo. Si ya lo supiera todo, no haría falta tener multitud de equipos de investigadores tratando cada día de aportar solución (o al menos, paliativos) a problemas terribles. No haría falta la ciencia, que es la que trabaja para indagar en nuestra ignorancia y obtener respuestas que, por lo general, son incompletas e imperfectas y requerirán de más profundización en ellas. Pero que no lo sepa todo no significa que no sepa muchas cosas, sobre todo en conjunción con el resto de campos de la ciencia. Sabe, por ejemplo, que las ultradiluciones de sustancias que en bajas diluciones generan ciertos síntomas no sirven para tratar esos síntomas. Sabe, por ejemplo, que no existen energías místicas que canalizar, ni meridianos mágicos en el cuerpo, ni conexiones entre el pie (o el iris, o la oreja) y todos los demás órganos del cuerpo, ni propuestas "cuánticas" que usar como curativas, ni un largo etcétera que se están proponiendo actualmente, algunas de enorme popularidad.
Voy a insistir: no estoy contra la experimentación. APETP no está contra la experimentación. Nadie está contra la experimentación. Si alguien quiere pasarse la vida intentando detectar y canalizar esas energías místicas, que haga lo que le dé la gana con su tiempo y sus recursos. Pero, por favor, que no lo oferte como curativo (a 60€ la sesión) hasta que sus ensayos clínicos aleatorizados a doble ciego y revisados por pares y publicados en revistas especializadas y replicados por terceros independientes hayan conseguido dejar claro que esa propuesta era real. Soy el primer interesado en poder manejar La Fuerza para curarme de mis males sin necesidad de medicamentos (o para lanzar rayos, ya puestos). Parte del problema es que, de hecho, sí se ha experimentado, y mucho, en varias de estas pseudoterapias, y las conclusiones son que no funcionan. Aún así, se están vendiendo. Se está estafando con ellas.
La medicina oficial tiene mucho que aprender. Y los aviones, a veces, también se caen. Pero esto no puede servir como excusa para los que venden alfombras mágicas voladoras. Mucho menos, para perseguir a los que critican que se vendan alfombras mágicas voladoras. ¿Tenemos que levantar la voz sobre otros asuntos? Muchos lo hacemos, intentando buscar el mayor criterio y rigor para no caer en conspiraciones quimiofóbicas bastante comunes. Por ejemplo, ante los desmanes de la industria farmacéutica, siempre recomendamos apoyar iniciativas como www.alltrials.net.
La ciencia médica es imperfecta, pero es la mejor que tenemos. Creer que otras propuestas pueden funcionar donde la ciencia no llega, es caer en las garras de cualquiera que quiera venderte cosas como que la mente crea la realidad, incluyendo las enfermedades, que podemos curar enfermedades con la mente, y otras peligrosas propuestas pseudoterapéuticas de alto riesgo sectario (que en el ejemplo propuesto, recogen las premisas de la conocida psicosomática y la extienden hasta límites aberrantes). De vendedores de piedras mágicas para mejorar las defensas está el mundo lleno, solo que le ponen nombres un poco más rimbombantes. Gemoterapia, por ejemplo. O, actualmente, neurogemoterapia, que vende más. Con neurogemoterapia cuántica te llevas un 25% más de incautos. Y te apuesto lo que quieras a que, con ella, puedo conseguir testimonios de gente que lo avala porque le ha hecho sentirse mejor. Le subiré el precio de 50€ a 75€.
La medicina es imperfecta, pero desde el primer momento (y así se expresa en su deontología) se entiende al ser humano como un todo. Es usual que un facultativo te pregunte en su consulta si duermes bien, qué tal va tu nivel de estrés, qué tal la dieta que llevas, si haces algún tipo de deporte, etc., más allá del problema que vayas a consultar. Incluso hay chistes al respecto como:
–Entonces, doctor, ¿si dejo de fumar y de beber, duermo 8 horas todos los días, me abstengo de ir con malas mujeres, como legumbres, frutas y verduras, y dedico mi tiempo al ganchillo, viviré más?
–No, pero se le hará más largo.
También es usual que salgas de la consulta sin absolutamente ninguna prescripción más allá de "tener paciencia" o un "lo siento, hasta aquí hemos llegado con el estado del arte". También hay chistes al respecto como:
–¿Qué te ha dicho el médico, Manolo?
–Nada, que lo mío es hipocondríaco y que me busque un hobby.
–¿Y esa cara?
–Pues que a ver dónde encuentro yo ahora un puto enano de la Tierra Media.
Lo curioso es que, cuando uno sale del médico sin una receta, ¡a veces se enfada! No me extraña que proliferen engaños como la homeopatía.
La medicina siempre ha sido "holística" e "integrativa". Lo que pasa es que algunos pretenden que no es así, atribuyendo para sus propuestas estas características, e intentando integrar verdaderos fraudes como supuestos remedios. Contra eso es contra lo que luchamos en APETP.
Sobre Hipócrates (ha llovido un poco desde entonces): el cuerpo tiende a la autorrecuperación, pero cualquiera que haya necesitado, por ejemplo, un trasplante de riñones sabrá bien que tiene un límite y, a veces, quien le cura es el doctor.
Si hablamos de terapéutico sobre cualquier cosa que te pueda hacer sentir mejor, efectivamente todo es terapéutico: una mentira es terapéutica. Una paliza puede ser terapéutica (si crees que te la mereces). Cualquier estafa será terapéutica. Te vendo mi piedra de playa y todos encantados, tú con mi terapéutica piedra de playa y yo con tus 50€.
Disculpa, pero hay que hablar de ética: la aplicación del efecto placebo es muy interesante, pero tiene que ir de la mano de no engañar al individuo (de hecho, sabemos que incluso a sabiendas de que una propuesta es placebo, su efecto se puede seguir apreciando), y sobre todo (y más importante para mí), de no desorientarlo con respecto al funcionamiento de la realidad: si tú crees que mi piedra de playa mágica (que además es natural, holística, sin efectos secundarios) mejora tus defensas, es bastante probable que ante una enfermedad infecciosa (tuya o de alguien a tu cargo) pienses "voy a probar primero con esto y, si no se me pasa, ya iré al médico". Porque los humanos funcionamos así. Y ese tiempo puede ser letal o complicar mucho las cosas. Encima, fundado en un fraude.
Quizá el problema sea que creas que nos metemos con la arteterapia, risoterapia o con la musicoterapia (de las cuales la única queja es que se esté abusando coloquialmente del término "terapia", que induce a algunas personas a creer que pueden curarse de una afección física gracias a ellas, más allá de contribuir a reducir estados de estrés o ansiedad). No tenemos nada en contra de ninguna técnica legítima que demuestre que contribuye al bienestar de forma ética, insistiré lo que haga falta. Lamentablemente, son las menos (unas seis o siete de entre más de 140 de cualquier listado no exahustivo que se haga). Asunto muy distinto es, sin irse muy lejos, la mencionada "gemoterapia", por poner un ejemplo de un abuso totalmente fraudulento del término. No sé si ves la diferencia. Y esto son los ejemplos más leves; en el otro extremo tienes la bioneuroemoción, biodescodificación, nueva medicina germánica, sintergética, "medicina antroposófica"...
Recuperar la cordura en el terreno de la salud es precisamente lo que buscamos en la asociación. En APETP sabemos que no se puede saber todo, pero tenemos muchos teléfonos de quienes que saben mucho, y les consultamos constantemente. Tratar de decir "como no lo sabemos todo, esto funciona" es la falacia ad ignoratiam; primero demuestren y, solo después, oferten. Tampoco es riguroso haber montado un muñeco de paja a base de hacer creer que decimos las cosas porque nos apetecen que sean así. En cada elemento del listado de pseudoterapias en el que tenemos preparada su ficha extendida sobre por qué lo son, podrás encontrar las fuentes y la referencia de quien ha confeccionado el artículo.
viernes, 7 de abril de 2017
Depresión: ¿me siento con suerte?
La siguiente entrada es de autoría de Mabel Fuentes, socia de ARP-SAPC, RedUNE y APETP, que participa en el Día de la Depresión con este artículo:
Cuando desde ARP-SAPC nos propusieron colaborar con un artículo para el Día de la Depresión pensé que sería interesante observar qué grado de desinformación hay al respecto en Internet. Esa sería una tarea un tanto vasta, así que me centré finalmente en obtener una pequeña muestra que pueda dibujar la imagen que una persona corriente puede llevarse sobre la depresión y su tratamiento a tan solo unos tecleos y unos clics de distancia.
He realizado un pequeño examen poniéndome en el lugar de un afectado que busca sobre depresión en Internet. He examinado los primeros cinco resultados de tres búsquedas diferentes desde mi ordenador y vía Google que son: «tengo depresión», «superar la depresión» y «qué hacer con depresión». He anotado cuatro características: qué profesión dice ejercer el autor, si hace diagnósticos, promueve el autodiagnóstico o proporciona pautas a modo de tratamiento, si recomienda alguna terapia y, si es psicológica, de qué orientación y, finalmente, si recomienda acudir a un sanitario especialista. He apuntado las respuestas en esta tabla: https://docs.google.com/spreadsheets/d/1J_rHT4SeKDx-OCgMp255gICA7wvacZpM8PDVurdSabI/edit?usp=sharing
He realizado un pequeño examen poniéndome en el lugar de un afectado que busca sobre depresión en Internet. He examinado los primeros cinco resultados de tres búsquedas diferentes desde mi ordenador y vía Google que son: «tengo depresión», «superar la depresión» y «qué hacer con depresión». He anotado cuatro características: qué profesión dice ejercer el autor, si hace diagnósticos, promueve el autodiagnóstico o proporciona pautas a modo de tratamiento, si recomienda alguna terapia y, si es psicológica, de qué orientación y, finalmente, si recomienda acudir a un sanitario especialista. He apuntado las respuestas en esta tabla: https://docs.google.com/spreadsheets/d/1J_rHT4SeKDx-OCgMp255gICA7wvacZpM8PDVurdSabI/edit?usp=sharing
He obviado los resultados de anuncios; he saltado al siguiente resultado en el caso de que un vínculo ya hubiese sido recogido en una búsqueda anterior y he obviado páginas cuyo contenido no parece estar tan dirigido a personas que creen estar deprimidas, y que por lo tanto entiendo que no serían visitadas por este perfil de usuario (por ejemplo, «qué hacer si crees que tu hijo adolescente tiene depresión»).
Antes de recabar los datos, creía que me iba a encontrar con una situación mucho más grave de lo que después he podido ver. Pensaba que la mayoría de los resultados propondrían pseudoterapias como propuesta de tratamiento, así como mucho artículo con consejos médicos o psicológicos escritos por personas que no son profesionales sanitarios. Sin embargo, he encontrado que la mayoría de los autores de las entradas consultadas dicen ser psicólogos, y también la mayoría aconsejan desde el primer momento acudir a un especialista si crees que puedes estar sufriendo depresión.
Sea como sea, debemos prestar atención a los resultados que hacen saltar nuestras alarmas, y sobre ellos me gustaría realizar algunos comentarios.
Cuatro de los quince resultados (tres de ellos han sido los primeros obtenidos) proponen la realización de un test para saber si tienes o no depresión, de manera que se lanzan a emitir un diagnóstico en línea. Lo he completado con síntomas propios de depresión y todas las páginas aconsejan acudir a un especialista. Una de las páginas dice, en presente de indicativo, «padeces un síndrome depresivo entre moderado y grave». Todos los test niegan su capacidad diagnóstica.
Ha sido muy habitual encontrar la idea de que si quieres, puedes. La gran mayoría de las páginas proponen pautas, consejos, acciones que puedes llevar a cabo para superar la depresión. Si bien la mayoría también recomiendan la visita a un especialista, en muchas de ellas este consejo ocupa un espacio anecdótico, y se transmite la idea de que puedes superarlo solo. En dos de las páginas consultadas se ofrecían consejos para superar la depresión sin recurrir al uso de fármacos.
En esta línea, un ejemplo ilustrativo a modo de muestra del tipo de consejos que suelen verter la mayoría de los resultados obtenidos sería esta web: http://www.rinconpsicologia.com/2010/11/como-combatir-la-depresion-siete.html
Como podemos leer en el punto 7, se llegan a enunciar contenidos contradictorios:
El punto lo encabeza el imperativo «decide vencer la depresión» para acto seguido enunciar que «no basta con la fuerza de voluntad». La última frase puede ser demoledora para alguien que siente que está sufriendo depresión: implícitamente se está diciendo que estás en la obligación de superarla, pero que al mismo tiempo no está en tu mano. ¿En qué quedamos? Considero, en mi opinión, que se trata de un conjunto de ideas que pueden resultar muy confusas para alguien que teme encontrarse en una condición médica severa.
En cinco resultados, la información era vertida por un autor cuya profesión era desconocida o no era profesional sanitario. Uno de esos resultados era este: https://salud.uncomo.com/articulo/como-saber-si-tengo-depresion-23049.html en el que alguien que dice ser productora audiovisual y periodista está dando claves para que el usuario se autodiagnostique, o visto de otro modo, alguien que está informando públicamente sobre salud sin ser profesional sanitario, cosa que viola la ley sanitaria vigente, tal y como se desprende de la Ley 44/2003, de 21 de noviembre, de ordenación de las profesiones sanitarias, la Ley 14/1996, de 25 de abril, General de Sanidad, y la Ley 33/2011, de 4 de octubre, General de Salud Pública.
En resumen, tengo la impresión de que, aunque la información vertida podría ser mucho peor, el afectado que recurra a Google buscando una salida va a toparse con una imagen frívola y trivial de la depresión, una imagen que responde más a los intereses del clickbait que a la verdadera intención por ayudar a los demás que debe tener un sanitario. Esa imagen se construye a través de los consejos que son dados, los cuales, en mi opinión, vienen a banalizar los síntomas y las necesidades de alguien depresivo. Un cuadro que tiene muchos tipos de expresiones y muchas particularidades, y que en estos casos, queda reducido a una visión simplista y reduccionista de la realidad clínica. Estas representaciones hacen un flaco favor a la psicología y la psiquiatría (no olvidemos que la mayoría de artículos vienen referidos por personas que dicen ser psicólogos), ya que el afectado que busca información puede generarse una imagen distorsionada del tratamiento y de los profesionales, y puede menospreciar la labor de estos, cosa que puede disuadirle de pedir la ayuda correspondiente, retrasar su diagnóstico y tratamiento, si es que no, en el peor de los casos, evitarlo.
"Acompañando" la depresión.
Anteriormente ya hemos hablado, bastante, de una de las sectas pseudoterapéuticas más peligrosas de la actualidad, la "Bioneuroemoción". Normalmente me centro en la faceta pseudocientífica de los sus postulados, pero esta vez es importante subrayar el componente de estafa formativa que aboca a que gente sin cualificación alguna (y lo que es peor, completamente desnortados por dichos postulados), acabe teniendo la salud mental de terceros en sus manos.
Como recordatorio, la "Bioneuroemoción" propone que "todo lo malo que nos sucede en la vida es una petición que hacemos al Universo para que nos llame la atención sobre un conflicto emocional inconsciente no resuelto", ahí es nada.
Esta premisa ya es capaz de llevar a la locura a gente sin problemas, que acaba preguntándose en serio cosas como (casos reales) "¿para qué le he pedido al Universo que se me fundan las bombillas de casa?" o "¿para qué le he pedido al Universo que me cague una paloma encima?", y a quienes se les acaba respondiendo cosas como "la electricidad simboliza al padre, así que tienes un conflicto con el padre" o "¿qué es lo que no quieres dejar ir en tu familia?".
Imaginad qué no ocurrirá cuando es una persona con un problema tan serio como la depresión quien entra en una de estas consultas de "acompañantes en bioneuroemoción" ("acompañante" es el término legalmente seguro para denominarse "terapeutas"), y a quienes se les "receta" dejar el trabajo y a la pareja. Podéis leer el dramático caso que recibimos en RedUNE aquí.
Imaginad qué no ocurrirá cuando es una persona con un problema tan serio como la depresión quien entra en una de estas consultas de "acompañantes en bioneuroemoción" ("acompañante" es el término legalmente seguro para denominarse "terapeutas"), y a quienes se les "receta" dejar el trabajo y a la pareja. Podéis leer el dramático caso que recibimos en RedUNE aquí.
También hicimos un análisis del caso, junto con Vary Ingweion y Psiqetal, aquí:
Ojalá algún día pueda recordar casos como este como una mala pesadilla que ya no se volverán a repetir. Ahora mismo estamos muy lejos de ese día...
lunes, 3 de abril de 2017
You had one job
En el periodismo solo importa una cosa realmente: difundir información veraz. Luego se le añaden reglas no escritas, o sí escritas, como que las noticias sean actuales o que, en temas de opinión, se busque un trato de equidistancia, pero lo que prima es el contraste crítico de la información. Un periodista es (o debería ser), ante todo, un escéptico. Debería consultar su propia fecha de nacimiento en el registro y no conformarse con lo que su madre le haya dicho.
Pero esto tan simple hace tiempo que es más raro de ver que un bigfoot montado en unicornio; nos hemos acostumbrado a encontrar noticias donde se reproducen (la palabra técnica exacta sería «excretan») afirmaciones ya no poco veraces, sino imposibles, sin que nadie levante una ceja. Por ejemplo, sobre la «alergia al WIFI». A menudo me pregunto qué pasaría si, por ejemplo, al cubrir una noticia de un partido amistoso entre los dos mejores equipos de fútbol en el que el resultado fuera 3-0, el periodista publicara que el partido acabó con un 2-0 en el marcador. Un cambio mínimo y del todo irrelevante. Y qué pasaría si un periodista dijera que el cáncer se cura con dietas.
La segunda noticia puede costar vidas; la primera, da igual. Sin embargo, el primer periodista probablemente se vería de inmediato de patitas en la calle (probablemente en un marco de abucheo popular), mientras que el segundo seguirá siendo, además de un incompetente redomado, un peligro para el ciudadano.
A menudo, además, será un incompetente que aplica la equidistancia donde no procede: en entornos donde no se están expresando opiniones, sino hechos, en entornos donde la calidad de quien hace las aportaciones son como el cielo y la tierra (como podría ser, hablando del VIH, las del presidente de una asociación de inmunología y de un agricultor iletrado) o el mero hecho de crear debates inexistentes donde no los hay (como la mera existencia del VIH, los chemtrails, el terraplanismo...).
Si se cruza una estrella fugaz y alguien protesta, no faltan los «balones fuera», otra seña de un mal periodista, que raramente admitirá equivocarse; hablará de libertad de expresión, igualdad de los ciudadanos ante la ley, o que la nota de prensa sobre la curación del cáncer con sugus le ha llegado del prestigioso instituto internacional de curación del cáncer con sugus, y se han limitado a reproducirlo.
A menudo, además, será un incompetente que aplica la equidistancia donde no procede: en entornos donde no se están expresando opiniones, sino hechos, en entornos donde la calidad de quien hace las aportaciones son como el cielo y la tierra (como podría ser, hablando del VIH, las del presidente de una asociación de inmunología y de un agricultor iletrado) o el mero hecho de crear debates inexistentes donde no los hay (como la mera existencia del VIH, los chemtrails, el terraplanismo...).
Si se cruza una estrella fugaz y alguien protesta, no faltan los «balones fuera», otra seña de un mal periodista, que raramente admitirá equivocarse; hablará de libertad de expresión, igualdad de los ciudadanos ante la ley, o que la nota de prensa sobre la curación del cáncer con sugus le ha llegado del prestigioso instituto internacional de curación del cáncer con sugus, y se han limitado a reproducirlo.
Hay periodistas, demasiados, a los que se podría sustituir por un mono mal amaestrado en machacar ctrl+c, ctrl+v, y la única diferencia sería que, al menos, no habría que soportar las malas excusas del segundo.
Un periodista solo tiene una única cosa de la que asegurarse: de que la información vertida por él sea veraz. Si no pretenden hacerlo por ser costoso, o por pereza, o por pecar de confiados, o lo que sea, mejor sería que dejaran el carnet sobre la mesa y se metieran a porteros de edificio (con todo mi respeto para la profesión).
domingo, 12 de marzo de 2017
Colegios de pseudociencias.
Los principios esenciales de la profesión médica se traducen en las siguientes actitudes, responsabilidades y compromisos básicos:
El fomento del altruismo, la integridad, la honradez, la veracidad y la empatía, que son esenciales para una relación asistencial de confianza plena.
La mejora continua en el ejercicio profesional y en la calidad asistencial, basadas en el conocimiento científico y la autoevaluación.
El ejercicio de la autorregulación con el fin de mantener la confianza social, mediante la transparencia, la aceptación y corrección de errores y conductas inadecuadas y una correcta gestión de los conflictos.
Código de Deontología Médica, Preámbulo.
Puedo entender que el charlatán de la esquina intente curarme el cáncer con plantas, lejía o pases mágicos. No entiendo que esté pasando impunemente a día de hoy, pero esa es otra historia. Puedo entender que, por ejemplo, mi panadero no sepa distinguir si una terapia o técnica tiene base científica o se trata de un fraude sanitario.
No puedo entender que haya médicos que abogan por fraudes sanitarios.
O puedo intentar entenderlo: por pura probabilidad, seguro que hay gente con problemas mentales que le empujen a cierto tipo de delirios, como le pasó al ex-doctor creador de la secta pseudoterapéutica actual más letal, la “Nueva Medicina Germánica”, que se ha cobrado más de 3000 vidas y sigue matando en nuestro país.
Puede que haya una carencia en la formación en el método científico, su necesidad para reducir sesgos cognitivos, la estructura de un ensayo clínico con su diseño previo, sus grupos aleatorizados, con su control, su número de participantes estadísticamente representativo, su doble o triple ciego, la importancia de la revisión por pares y los conflictos de intereses, la diferencia entre una publicación en una revista con alto impacto, los metaanálisis y revisiones sistemáticas… y todas las trampas de mala ciencia que se puede hacer en todos y cada uno de los puntos del proceso y que hay que tener en cuenta antes de dar por válido hasta un “buenos días”.
Y puede que haya aprovechados que, como quizá el médico de Canarias que daba charlas en la Universidad de Las Palmas difundiendo la segunda de las más letales sectas pseudoterapéuticas actuales, la bioneuroemoción, busquen una forma de ganar un sueldo extra con cursos, talleres, vídeos y consultas.
El problema es que, como fuere, con el corporativismo mal entendido, la falta de formación específica y la inoperancia de que adolecen a los Colegios (a veces corrompidos hasta la médula), estos parásitos y malos profesionales se les han colado hasta la cocina y se han puesto bien cómodos.
Ya no solo hablamos de fraudes manifiestos como el reiki o las “terapias cuánticas” o “energéticas” o estafas socialmente toleradas como la homeopatía, que se han introducido en la sanidad con la (eterna) excusa de sus gerentes de que “mal no hará, la gente lo demanda, y así nos aseguramos de que ese placebo lo aplican correctamente los profesionales”, y que termina cerrando el círculo con el daño social de “si lo aplican en un hospital es porque funciona, así que lo demando”, olvidando que por inocuo que sea el producto o técnica, la distorsión sobre cómo funciona la realidad nunca es inocua y provoca víctimas por interferencia, retraso o rechazo de tratamientos validados.
Hablamos directamente de estar impartiendo cursos de “formación” en sectas como la medicina antroposófica en Colegios Médicos. Hablamos de descubrir que, al ir a denunciar al médico de Canarias, presentaban su charla el presidente y vocal de su comité de deontología. Hablamos de la pretensión de montar centros de “medicina tradicional china” en algunos lugares donde ni siquiera tienen un centro de atención primaria. Por cierto, ¿alguna vez pensaron en lo ridículo que les sonaría intentar llevar a China un centro de medicina tradicional europea, con sus sangrías y dietas y sanguijuelas y ayunos y purgas y trepanaciones y venenos y cataplasmas? ¿Alguno se molestó en revisar la esperanza de vida de China antes de la llegada de la “medicina occidental”? (O en India, para los creyentes ayurvédicos).
Si les sirve de desconsuelo, solo en en esta semana hemos tenido constancia de “cursos de enfermería holística” ofertando las dos letales sectas mencionadas, en dos Colegios de Enfermería distintos (Murcia y Pontevedra). Este mes hemos sabido que profesoras de fisioterapia adeptas las siguen difundiendo por la Universidad de Alcalá de Henares. Hace poco, oíamos sobre Colegios de Farmacia intentando sancionar a uno de los pocos farmacéuticos que cumplen su deontología no vendiendo excipientes como medicamento. De los Colegios de Psicología prefiero no hablar.
Estamos ante un mal endémico, que socava su integridad, honradez y veracidad, que convierte el fundamento en el conocimiento científico en una mera sugerencia “tan válida como cualquier otro conocimiento”, que a la postre repercute en gente desconfiando del chamanismo que le puede aplicar el personal sanitario de turno según sus “ideas” en lugar del pertinente tratamiento válido (o como inútil añadido al que de verdad le curará). Va siendo hora de que acepten y corrijan estos errores y conductas inadecuadas. Les doy algunas pistas:
- No por ser algo natural ha de ser bueno (la cicuta y un rayo son muy naturales).
- No por ser algo tradicional o milenario significa que funcione. En salud, más bien significará que es primitivo y está ampliamente desfasado.
- La medicina siempre ha sido holística; no permitan que nadie se apropie de ello.
- La medicina siempre ha sido integrativa; parafraseando a Minchin, las “medicinas alternativas” que han probado que funcionan se llaman “medicina”.
- Fórmense contra pseudociencias y sectas, no en ellas. Busquen el pensamiento crítico en general. Muchas asociaciones les tenderán la mano en este objetivo.
P.D.: Esto va también por las revistas sanitarias que, tratando de mostrarse equidistantes, faltan a su compromiso deontológico de contrastar verazmente su contenido, usando eufemismos como “sin aval científico claro” donde debería leerse “siendo un fraude sanitario manifiesto”, o permitiendo que se afirme en ellas, sin despeinarse, que “una cefalea es por una patología energética del hígado”. Pero el asunto del "periodismo en salud" merece una entrada propia, más extensa.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)